Elena y Cristina están enfadadas. Tristes. Desconcertadas. No entienden el revuelo que se ha armado con sus vacunas. Fue su padre quien les dijo que se vacunaran, les pareció natural. Ninguno de sus ayudantes se opuso; al contrario, les facilitaron los trámites pertinentes. Las infantas achacan lo ocurrido a Podemos, independentistas, periodistas con ganas de clics, fuerzas antimonárquicas que intentan desestabilizar la Corona... No admiten culpa alguna, están molestas porque su hermano no las ha defendido y atribuyen este apartamiento a influencias de Letizia. Solo un amigo advirtió a Juan Carlos de la que se le vendría encima y el emérito contestó: “¿Qué quieres decir? Exageras, ¡no será para tanto!”. Lo mismo que respondió cuando su propio hijo fue a contarle que Urdangarin utilizaba fondos públicos para sus negocios privados: “Exageras... No será para tanto”. Y es que es difícil tener una visión objetiva de la realidad cuando solo te rodeas de personas que no hacen más que verter el dulce bálsamo de la adulación y el elogio desmesurado en tus oídos.