¡Misterio en el clan Pantoja! ¡Lo que hoy es Anabel, ayer lo fue Sylvia! Cuando murió Paquirri, los periodistas nos acercábamos a la casa de Isabel Pantoja para ver a una chica muy mona, con las cejas muy gruesas, empujando un coche en el que iba el entonces Paquirrín y hoy Kiko Rivera. Le preguntábamos cómo estaba su prima (la madre de Sylvia era hermana del padre de Isabel) y nos contestaba con suave acento: “¡Digo! ¿Pues cómo va a estar? Destrozaíta”. Las primas eran uña y carne, Sylvia vivía con Isabel y como además cantaba bonito, quiso dedicarse a la música. Pero una mano negra le impedía despuntar, así que decidió emigrar a México. Antes de partir, le suplicó a su amiga Lina, la modista de los trajes de flamenca, que hablara con su prima, que ya no se le ponía al teléfono, “explícale lo desesperada que estoy, a ver si me echa una mano”. Mientras le probaba un vestido, Lina transmitió el recado a Isabel, que contestó secamente: “Dile que no te has atrevido a pedirme nada, esta conversación no ha existido, ¡no quiero saber más de ella!”. Una vez coincidí en televisión con Sylvia Pantoja, le preguntamos qué había pasado y nos contestó melancólicamente: “Isabel dejó de hablarme no sé por qué… Me acuerdo mucho de lo que nos queríamos”. Un consejo para Anabel. No cantes. Créeme, bonita.