Ha contado el protoyerno de Isabel Pantoja que en Cantora ponen vídeos de sus actuaciones y luego aplauden ¡Es verdad! ¡Doy fe! Cuando la Pantoja era aún novia secreta de Paquirri, me recibió en la casa sevillana que ahora vende por medio millón de euros. Le regalé un frasco de Eau de Metale de Paco Rabanne, su perfume favorito, y doña Ana, muy cariñosa, me invitó a comer, preparó unas papas con carne que sirvió en la mesa camilla de una pequeña habitación, donde había además una tabla de planchar y un enorme televisor aunque el piso era muy amplio y estaba lujosamente amueblado. Y pusieron el vídeo de una actuación de la entonces encantadora Isabel Pantoja. La madre, de pie, no dejaba de jalear a su hija: “Olé, qué arte, qué bonito canta, ¡y cómo se mueve!”. Si me distraía, me daba un codazo: “Mira cómo se mete al público en el bolsillo… Espera ahora…”. Se notaba que había visto mil veces la grabación. Agustín y Maribel sonreían con benevolencia. De pronto, empezó a mascullar como con rabia mientras nos ofrecía un café muy negro: “Pero qué bellezón… para que luego digan que la otra…”. Isabel, alarmada, levantó la vista: “Cállate, mamá”. Pero doña Ana no pudo aguantarse y se encaró conmigo: “¿Por qué decís ustedes los periodistas que la otra es la más guapa de España? ¡La mía, además de guapa, es elegante y decente!”. La “otra” era, cómo no, Carmen Ordóñez. Me conmovió la pasión con la que hablaba, me quedé sin saber qué contestar, y me puse a acariciar a los dos yorkshires. Uno se llamaba Señorito –“el nombre se lo ha puesto Paco”– y la otra, Triana. Acabó el concierto y todos, perrillos incluidos, nos pusimos a aplaudir. Sí, esta curtida periodista también, mea culpa.