Pilar Eyre

Pilar Eyre

Bárbara Rey
Gtres

"Bárbara Rey y Juan Carlos: Robos, chantaje, servicios secretos y amenazas"

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Pedimos ejemplaridad a todos los ciudadanos, el único afán de la corona es servir a España”. Hace justo 20 años se conmemoraba el 25 aniversario de la Constitución española y un don Juan Carlos bronceado, rejuvenecido por los tratamientos que se hacía en la clínica Planas, delgado y atractivo, se sentía el rey del mundo pronunciando su discurso ante el Congreso y todos los españoles. El rey acababa de conocer a la princesa Corinna y estaba enamorado como un adolescente. A su lado, su mujer exhibía su eterna sonrisa de Monalisa, Cristina e Iñaki estaban a punto de comprarse la casa de Barcelona que fue el principio de su ruina y Marichalar y la infanta Elena emprendían el tormentoso último año de su vida en común. Felipe tenía una sonrisa bobalicona mientras posaba con su novia Letizia, muy menuda al lado de esos gigantones. ¿Todos sonreían? No, todos no. Más abajo, el presidente de gobierno José María Aznar no podía evitar un rictus de amargura cuando oía las palabras ejemplaridad y afán de servir en boca de Juan Carlos. Porque él, como muchos altos cargos presentes, sabía que aun ese año, 2003, se estaban pagando cincuenta millones de pesetas para evitar que unos vídeos privados, unos audios y unas fotos de Juan Carlos y Bárbara Rey vieran la luz. Todavía se abonarían cuatro años más, hasta 2007, ya con Zapatero de presidente, como se relata en los papeles secretos de Manglano revelados por dos periodistas de ABC. 

Esa cantidad llevaba pagándose desde marzo de 1997, cuando la relación de Bárbara y el rey llevaba muerta años. En ese mes empezó a correr la voz de que habían robado unas cintas comprometedoras para Juan Carlos en casa de su antigua amante y a partir de ahí hubo una espiral de rumores sobre robos, chantaje, servicios secretos y amenazas, como si de una oscura película de terror se tratase. Pero nada se publicaba y la familia real celebraba la petición de mano de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en los jardines de la Zarzuela y todo era jolgorio y alegría. El rey bromeaba con los periodistas, que le preguntaban a Felipe cuándo se casaría, “este se lo pasa muy bien soltero”, despertando las carcajadas de todos, incluso de su hijo. Pero en un momento dado ocurrió un hecho insólito. La reina se dirigió a los periodistas, levantó el dedo de forma admonitoria y dijo: “Acordaos que el 14 de mayo el rey y yo cumplimos 35 años de matrimonio”. Nadie supo en esos momentos el sentido de esa frase, que hoy se nos aparece como una advertencia o incluso una amenaza. Mientras Bárbara, que decía temer por su vida, respondía a los reporteros con desesperación, “a mí me matarán, pero yo diré quién ha sido”, Juan Carlos se pasaba alegres fines de semana en Barcelona, donde vivían dos amigas, con las que mantenía una relación íntima, y dejaba la resolución de sus problemas a los hombres de los servicios secretos. Por la mañana se iba a regatear y cuando llegaba al Náutico se mostraba de excelente humor y hacia reír a todo el mundo poniéndose las gafas que pocos meses antes le había regalado Sergio Pazos, el reportero de ‘Caiga quien caiga’.

Bárbara Rey y sus hijos
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El rey desapareció del mapa

Esas cintas y esos vídeos del rey y su amante en poses íntimas los había grabado el hijo de Bárbara, según ha confesado estos días en el programa ‘De viernes’ de Telecinco.  Pero quizás Bárbara no pretendía utilizarlos y nunca lo hubiera hecho si no se hubiera sentido humillada por la negativa del rey a prestarle dinero en un momento de apuro y también por sacarla de su vida como si se tratara de un mueble inservible. Al parecer la ruptura se había producido en el mes de febrero de 1995, y es curioso porque en ese mes el rey tuvo muy poca actividad pública. Mientras la reina se multiplicaba, viajando a Barcelona, a Lleida, organizando actos de su Fundación contra la droga y, sobre todo, preparando la boda de su hija Elena con Jaime de Marichalar que tendría lugar en Sevilla en el mes de marzo, el rey desapareció del mapa y nada supimos de él. ¿Había sido duro romper con su compañera de tantos años? ¿Tenía uno de sus habituales ataques de melancolía? Pero nada más lejos de la realidad. El rey se había roto el brazo esquiando en Candanchú y, apartado de la agencia oficial, estaba recibiendo los cuidados amorosos de su querida Marta en la finca de un amigo en Toledo. Ahora la gran pregunta es cómo se está tomando el emérito lo que se está contando estos días. A él que se hable de sus historias amorosas no le importa. Cuando yo estaba preparando mi libro sobre la reina le advirtieron que no salía muy bien parado y le insinuaron que tal vez debería tomar medidas contra su publicación. Juan Carlos se echó a reír, “pues ¿qué dirá? ¿Qué tengo novias? ¡Lo que me importa!”. Lo de los pagos tampoco le coge de nuevas. Lo que no entiende es que se vuelva a hablar del tema como si una mano negra quisiera hundirlo cada vez que manifiesta la intención de venir más a menudo a España. Y esa mano él cree que no es la de Bárbara.  

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