La primera en saber que papá tenía novia fue Elena. Y enseguida llamó a su hermano Felipe: “Oye, ¿sabes quién es la princesa alemana Corinna no sé qué?”. Felipe contestó: “Claro, es una señora muy importante con grandes contactos, le está echando una mano a Iñaki en sus negocios, Letizia dice que es muy inteligente, estuvimos hablando con ella en Barcelona en la entrega de los premios Laureus, de los que ella era organizadora. Es amiga de papá”. Elena suspiró ruidosamente, “¡es que el problema es ese, que no es la amiga de papá!”. Pero Felipe se negaba a reconocer lo evidente e intentaba cuadrar lo imposible: “Quieres decir que es su asistente... ya sé que le ayuda en temas diplomáticos y financieros, es amiga de Putin también, han ido a cazar varias veces a Rusia y los reciben a todo tren y ya sabes que a papá todas esas cosas le encantan”.
Pero Elena, exasperada, lo cortó y le expuso la cruda realidad que le acababa de contar una persona no identificada. “Corinna, que ni es princesa ni nada, es la amante de papá, lo sabe todo el mundo, el otro día estuvieron ambos en la presidencia de una fundación vasca y ella recibía como si fuera la anfitriona... en los países árabes creen que es su segunda esposa y ha compartido avión incluso con mamá y tiene los mismos honores. Papá le ha puesto casa y escolta”. Felipe aún se resistía: “Pero eso son habladurías ¡todo te lo crees!”. Pero su hermana continuó, implacable: “Cuando quiere ir a una tienda en Madrid avisan con antelación para que la cierren como hacen con mamá, su hijo llama papá a nuestro padre”. Anonadado, Felipe colgó lentamente. Después, creyó que este gran secreto debía conocerlo su hermana Cristina. Y el pensamiento de los tres fue el mismo: “Pobre mamá, lo que ha tenido que aguantar, parece mentira”.
Letizia, incrédula
Lo que parece mentira es que los tres hermanos desconocieran hasta el año 2007 esa doble vida amorosa de su padre que sabía toda España, ¡los cientos, quizás miles de mujeres, con las que había mantenido relaciones, cortas, largas, de una noche o de años enteros! Nunca en solitario, siempre simultaneándolas, saliendo bien de complicados malabarismos gracias a la complicidad de su entorno, políticos, fuerzas de seguridad, periodistas y amigos. Los hijos quizás recordaban aquel lejano día de enero de 1976 en el que su madre, llorando desconsoladamente, los metió en un avión para irse a la India. Felipe después dijo “lo he pasado muy mal, hacía mucho calor y muchos mosquitos”. La frialdad familiar que se instaló en el matrimonio a partir de ese día se contagió a los hijos, que vivieron su infancia sin demasiados afectos, Elena incluso necesitó ayuda profesional, pero al psicólogo la acompañaba Sabino, jefe de la Casa, y no su madre.
Porque Sofía estaba dedicada a lo que sería la auténtica razón de su existir, convertirse en una gran profesional de la realeza, mientras por la vida –y la cama– de su marido iban pasando actrices y modelos, marquesas y cantantes, chicas anónimas y señoras famosas, Bárbaras, Quecas, Martas, Palomas, Rafaelas, Antonias, Mercedes, Pilares, Charos, Lolas... Sofía nunca compartió sus penas conyugales con sus hijos y así estos nunca imaginaron que estas señoras fueran algo más que “amigas de papá”. Cuando Letizia y Felipe se hicieron novios, como es natural ella le preguntó por las aventuras de su padre, y, según me dijeron, Felipe contestó: “Nosotros teóricamente no sabemos nada”. Y la riñó con cariño: “De esos temas nunca hablamos en casa”.
Letizia, que estaba bien informada por su profesión de periodista y que además venía de una familia en la que todos hablaban de todo, no salía de su asombro: “¿Me quieres decir que nunca lo has comentado con tus hermanas?”. Pero el príncipe contestó: “Jamás, te lo juro”. Y así, cuando Corinna organizó su viaje de novios y Felipe le dijo que era experta en montar rutas secretas de personas importantes, Letizia se encogió de hombros y no opinó más.
Bárbara es 'la parienta'
Por eso, cuando los tres hermanos conocieron la verdad, su asombro no tuvo límites. Y poco después fue el propio rey el que lo confirmó sin ambages. En una comida en el restaurante El Landó, les comunicó que quería divorciarse de su madre para casarse con Corinna. Con una punta de malevolencia les dijo: “Vosotros también os habéis casado con quien os ha dado la gana, yo tengo derecho a ser feliz”. Las hijas enmudecieron y solo Felipe se opuso con el único argumento que podía detener a su padre en sus propósitos: “Papá, así te vas a cargar la corona que tanto te ha costado ganar y mantener”.
En la actualidad los tres hermanos tienen en su poder la misma información que nosotros e incluso algunos nombres más que nos sorprenderían. Son adultos y tales cuestiones no hacen mella en la relación con su padre, inexistente en el caso de Felipe, muy estrecha en el caso de las infantas, que incluso se han hecho amigas de Marta, que sigue formando parte de la vida del emérito. Ven con curiosidad los programas que hablan de estos amoríos, como el de Bárbara Rey del pasado lunes. Y no son los únicos. Al parecer el propio Juan Carlos suele preguntar en estos casos a sus amigos con un tono de voz que oscila entre la resignación y la añoranza: “Cuéntame, ¿qué ha dicho la parienta?”.