Cuando eras famoso, me sentía muy sola porque a mí nunca me hiciste gracia. Luego, te convertiste en una especie de juguete roto poco simpático.
Sí, pero…
Estaba equivocada. ¡Qué gran tragedia debe ser que las generaciones actuales solo te conozcan por una escena demoledora y ridícula en un balcón, y que esos chiquilicuatres cuyo único mérito es acostarse con un famoso, te desprecien y se burlen de ti! Hablas con poco tino, creo, de tus glorias pasadas. Gritas y te defiendes. Pero lo haces como los grandes: desmesurado, chispeante y excéntrico. Y, aunque no lo necesites, quiero apoyarte porque en una uña de tu dedo meñique tienes más arte que todos ellos juntos. Y eso que, a mí, y perdóname, sigues sin hacerme ninguna gracia.