¡No lo sabía! ¡Que no! La infanta Cristina no sabía que Lorenzo Caprile iba a coger su vieja mochila de cuero, esa que siempre lleva repleta de libros, retales, fotografías antiguas, regalos, se iba a enfundar en una de sus características camisas de cuadros y a plantarse en los juzgados de Palma para mostrarle su apoyo y decirle sin palabras que, en estos momentos de tribulación, él continuaba siendo su amigo. Lorenzo, el sastrecillo valiente, quiso dejar constancia pública de esa amistad, aun sabiendo que su acto generoso le puede quitar clientas en estos difíciles tiempos económicos. Conociéndolo, sé que lo hizo por un impulso y sin consultarlo con nadie. ¡Por pura y simple bondad! Yo presumo de ser amiga de Lorenzo, pero como además soy periodista, le he intentado sonsacar sobre las infantas y siempre me ha contestado lo mismo, “son cariñosas, personas normales ¡ya quisieran muchas ser tan sencillas como ellas!”. En la sala de vistas, el último día del juicio por el Caso Noos, la infanta, sorprendida por esta muestra de afecto inesperada cuando tantos la han abandonado, incluida su propia familia, se abrazó a él con fuerza y los ojos humedecidos. Lorenzo siguió el juicio sentado en una sala lateral en medio de un bosque de sillas vacías, Cristina lo miró un par de veces y le dirigió una triste sonrisa de agradecimiento y es que quien tiene un amigo, tiene un tesoro (sobre todo si ese amigo es Lorenzo Caprile).