Pocos crímenes han generado tantos sentimientos encontrados como los que en 2014 provocó el asesinato de la que era presidenta de la Diputación de León y responsable del Partido Popular, Isabel Carrasco. La política fue tiroteada a sangre fría, por la espalda y directamente en la cabeza, cuando cruzaba la pasarela que cruza el río Bernesga. El periodismo no debería maquillar ni dulcificar, pero resultó como mínimo embarazoso escribir aquellos días lo que muchos contaban a bocajarro y sin pudor a los informadores. Resultaba complicado encontrar testigos que empatizaran con una mujer a la que se referían una y otra vez sin ni siquiera la compasión que merece cualquier víctima. La misma noche del asesinato, un desalmado escribió en el puente: “Aquí murió un bicho”.
Madre e hija hablan
La Policía Nacional detuvo a las pocas horas a dos mujeres, madre e hija, y dos días después a una policía municipal. Montserrat González fue condenada a 22 años de cárcel como autora confesa. Su hija, Triana Martínez, recibió una pena de 20 años de prisión como cooperadora necesaria en la comisión del asesinato. Cuando están a punto de cumplirse once años del crimen, las dos aseguran que están “sinceramente arrepentidas”. A lo largo de estos años transcurridos desde el asesinato, nunca habían mostrado el más mínimo signo de arrepentimiento, ni a través de mensajes al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, ni a la familia de Isabel Carrasco. Al contrario. Pocas veces la confesión de un asesino, en este caso de una asesina, había resonado con tanta dureza, firmeza y convencimiento en una sala de vistas.
Un ama de casa implacable
El 20 de enero de 2016, Montserrat González reconoció ante los miembros del jurado popular no solo que no estaba arrepentida. “Lo volvería a hacer; si dijera lo contrario, mentiría”.
La asesina se presentó como una mujer con coraje, una madre protectora, de aspecto altivo e imperturbable, a la que no le tembló el pulso para acabar con la vida de una política a la que muchísimos tenían miedo en León. Montserrat, una ama de casa que no tenía carnet de conducir y a la que el único trabajo que se le conoce fue el de vendedora de Thermomix, ni siquiera pudo aparentar ante el jurado un trastorno mental que le hubiera permitido reducir la pena.
Un nuevo abogado
Por eso ha sorprendido mucho en los medios judiciales de León el cambio de comportamiento de las dos reclusas. Un cambio que casualmente, o no, ha coincidido con el relevo en la representación legal de las dos mujeres. La anterior letrada, Anabel Prieto Torices, renunció a seguir representando a madre e hija, tras descubrir que estas habían contactado con otro abogado a sus espaldas.
El nuevo abogado de las asesinas de Isabel Carrasco es el conocido penalista Fernando Pamos, con despacho en Madrid y 30 años en ejercicio. Tras conocerse la carta de arrepentimiento y perdón que las dos mujeres hicieron llegar al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, el abogado no solo confirmó la información, sino que justificó el cambio de actitud asegurando que fue un acto de “motu propio”, que no forma parte de ninguna estrategia que las pueda beneficiar penitenciariamente, y que nadie se lo había pedido. Advirtiendo de que Triana lleva mucho tiempo con permisos concedidos por la Junta de Tratamiento de la prisión. El abogado mostró su sorpresa ante la desconfianza que ha provocado el arrepentimiento de las dos mujeres.
Diez años de reflexión
“¿Cuántos años han pasado ya? Más de diez años, ¿verdad? Pues la pregunta de por qué este cambio de actitud se contesta sola”, ha reflexionado. Un tiempo suficiente, a juicio del letrado, para que ambas hayan podido reflexionar y pedir perdón, sin que se les haya exigido desde estamento alguno. “El ser humano se diferencia de los animales en que estos no tienen capacidad de pensar y ellas han reflexionado sobre lo que es su vida”, ha dicho en una entrevista a elDiario.es.
Dos cambios de cárcel
Tras su detención, el primer destino de madre e hija fue la cárcel de Villahierro en Mansilla de las Mulas, León, de ahí pasaron al centro penitenciario de Valladolid, también conocido como Villanubla, y finalmente fueron trasladadas a la cárcel de Asturias, donde cumplen la condena y comparten celda. Sus traslados de cárceles se han debido a su mal comportamiento que se tradujo en la apertura de varios expedientes penitenciarios que derivaron en sanciones. Sin embargo, en Asturias, el equipo de tratamiento, integrado por un trabajador social, un psicólogo, un jurista y un educador, resaltó el buen comportamiento, la integración y participación de Triana en las actividades organizadas en el centro.
Un asesinato frío
El próximo 12 de mayo se cumplirán once años del asesinato. En 2014, en plena campaña electoral de las elecciones europeas, Isabel Carrasco se dirigía desde su casa en el paseo de la Condesa hasta la sede provincial del PP, en el paseo de Salamanca, donde iba a reunirse con compañeros de partido para acudir a un mitin en Valladolid donde iba a participar el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. En el momento en que la política cruzaba la pasarela sobre el río Bernesga, Montserrat González se acercó, empuñó el arma y disparó a corta distancia y por la espalda. Montserrat González efectuó dos disparos y, cuando Isabel Carrasco cayó desplomada en el suelo, la remató con un tiro en la nuca. La mujer falleció en el acto. Montserrat González fue detenida junto a su hija tras intentar huir en coche por el centro de la ciudad, después de que un policía en segunda actividad que presenció a cierta distancia el crimen siguiera a la sospechosa facilitando datos de su paradero a través del teléfono a sus compañeros. Dos días más tarde se detuvo a la entonces policía local Raquel Gago, acusada de ser cómplice, al tener en su coche el arma utilizada en el crimen y que Triana le introdujo en su coche en la huida.
Más de 20 años de condena
La madre argumentó que la venganza por el despido de su hija de su puesto de ingeniera de telecomunicaciones en la Diputación de León había sido el móvil del asesinato. Un despido que durante el juicio trataron de justificar en un odio “repentino” que la víctima habría ejercido sobre Triana después de que ésta se negara a mantener una relación sentimental con la política. Una tesis que el entorno de Isabel Carrasco negó también en la vista.
El juicio que mantuvo en vilo a todo el país, se saldó con la condena de las tres acusadas: Montserrat, como autora material, recibió una pena de 22 años; su hija 20 años como coautora y Raquel Gago cinco años por encubrimiento. Las condenas fueron recurridas primero ante la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León y posteriormente ante el Tribunal Supremo. Finalmente las penas para madre e hija quedaron intactas, mientras que la condena se elevó para Raquel Gago que pasó de los cinco años iniciales a una pena de 14 años de prisión. La que fuera policía municipal siempre negó su participación en los hechos, pero nunca pudo dar una respuesta coherente al haber mantenido el arma durante 30 horas, sin decir nada a nadie.