"Crónica de un juicio que provoca escalofríos"

MAYKA NAVARRO
Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

“Visto para sentencia”. La presidenta de la sección décima de la Audiencia de Barcelona, Montserrat Comas, cerró con estas palabras las sesiones del juicio celebrado contra Brian Raimundo Céspedes Mendieta, acusado de violar e intentar asesinar a una menor en Igualada, en noviembre del 2021. Cinco sesiones que en algunos momentos se hicieron insoportables por la dureza y crueldad de los relatos realizados por los investigadores, forenses y peritos que desfilaron por la sala para poner palabras a la salvajada presuntamente protagonizada por el acusado. No es necesario entrar en el detalle de las heridas que sufrió la menor. Basta con esta frase pronunciada por uno de los médicos forenses. “Las lesiones que presentaba la joven son propias de una mesa de autopsia, no de una consulta”, aseguró todavía conmocionado.

Un polígono solitario

La madrugada del 1 de noviembre del 2021, la menor, que vivía con su padre pero pasaba el fin de semana con la madre, fue con una amiga a una fiesta de Halloween que se celebraba en la discoteca Epic, en un polígono de las afueras de Igualada. Las dos amigas discutieron y la menor abandonó sola la sala en dirección a la estación del tren, para regresar a su casa. Varias veces escribió a su madre por teléfono para contarle que volvía. De camino a la estación, se confundió con la orientación del navegador y caminó en sentido contrario. En un momento del trayecto por el recinto inhóspito, sin un alma en los alrededores de las naves industriales vacías porque era jornada festiva, y con un frío de noviembre que helaba la sangre, la menor sintió que alguien caminaba tras ella. Varias veces giró la cabeza para mirar y aceleró el paso. Quien fuera aumentó también el ritmo y la joven empezó a correr hasta que recibió un fuerte golpe en la cabeza que la dejó sin conciencia en el suelo. 

El individuo arrastró el cuerpo de la menor hasta un callejón, donde la atacó con crueldad y sin ningún tipo de empatía hacia su vida. Cuando se fue y la abandonó debió pensar que estaba muerta. Los agentes de la unidad central de agresiones sexuales de los Mossos (UCAS) determinaron la duración de la agresión en 23 minutos a partir del visionado de unas cámaras de seguridad que grabaron al delincuente antes y después del ataque. Imágenes que se localizaron durante el análisis de 150 terminales de vigilancia del polígono industrial y alrededores más cercanos y que se visionaron durante una de las investigaciones más complejas de los últimos tiempos por agresión sexual.

Un camionero la salvó

El hombre abandonó a la menor semidesnuda y sangrando abundantemente. Las temperaturas se habían desplomado y sino llega a ser por un camionero que se fijó en aquel bulto en el suelo y se acercó a auxiliarla, la menor no hubiera tenido opción de sobrevivir. El gesto que tuvo el hombre de cubrir a la cría con su chaqueta ya sirvió para amortiguar la pérdida de temperatura, destacaron los médicos que la atendieron en un primer momento. La joven fue traslada al hospital de Sant Joan de Déu de Barcelona aferrada a la vida. Una de las mossas de la unidad de investigación se acercó a urgencias y preguntó al cirujano por el estado de la víctima. Necesitaba una primera valoración para empezar a trabajar. “No le puedo decir todo lo que tiene porque no acabaríamos. Pero quédese con una idea, agente. La estamos reconstruyen- do entera”. Ni los investigado- res, ni los forenses se habían encontrado antes con unas lesiones como las que presentaba la joven. “Heridas horrorosas”, dijo uno de los médicos forenses ante la falta de adjetivos en el diccionario para describir tanto horror y tanto dolor en un cuerpo tan pequeño.

El juicio contó con la participación en calidad de perito de un mosso d’esquadra, Xavier Álvarez, responsable del grupo de análisis de conducta criminal, y perfilador. Antes de que sus compañeros pudieran identificar y detener al sospechoso, el policía se encargó de realizar un perfil a partir de los datos objetivos de cómo era el hombre al que buscaban. Un retrato que cinco meses después encajó a la perfección con el arrestado, al que la fiscal solicita 45 años de prisión y otros 10 de libertad vigilada. El perfilador explicó durante el juicio como tenían el convencimiento de que se enfrentaban a un agresor desconocido para la víctima que aquella madrugada había salido de cacería en busca de una presa fácil. “Una persona con rasgos psicopáticos, cero empatía hacia la víctima y que no buscaba una satisfacción sexual, sino hacer el máximo daño posible a las mujeres”. El investigador compartió el gran temor que tuvieron los mossos durante esos cinco meses ante la posibilidad de que el individuo volviera a actuar. “Sabíamos que debía tener antecedentes. Ese sadismo seguro que se había manifestado anteriormente con otras víctimas de su entorno más cercano”.

Y acertó. Brian Raimundo Céspedes tuvo dos parejas estables en España, donde llegó de Bolivia siendo menor de edad duran- te una reagrupación familiar que realizó la madre tras instalarse. La mujer denunció a su hijo por agredir sexualmente de su hermanastra de siete años. Unos antecedentes que quedaron borrados de su historial, al tratarse de menor.A su primera pareja la conoció estando en un centro tutelado de la Generalitat al que solo acudía para dormir. “Se nos presentó como un joven trabajador y educado. La verdad es que nos daba muchísima pena y le acogimos con muchísimos cariño. Nos dijo que su padre lo violó de pequeño en Bolivia y que aquí en España su madre no le quería”, relata a Lecturas la madre de la joven. La relación era bien vista por los padres, hasta que la chica un día llegó a casa y contó que se iba a vivir con Brian Raimundo a una habitación en un piso compartido en Piera. “Nos sorprendió, la verdad. Mi hija tenía 20 años, como él. Por tanto no tenía ni que pedirme permiso”.

Maltrató a sus parejas

La pareja compartió piso entre octubre del 2019 hasta marzo del año siguiente, que ella logró salir de aquel infierno y denunciarle. El 28 de febrero del año pasado, Brian Raimundo fue condenado por tres delitos de malos tratos en el ámbito de la violencia de género. “Cuando mi hija nos contó todo lo que le hizo en esos meses no nos lo podíamos creer”. Insultos, vejaciones, agresiones, golpes y agresiones sexuales que el tribunal no recogió en la sentencia pero que la joven y su madre asegura que sí se produjeron. Agresiones sexuales que el fiscal sí citó en su informe añadiendo además lo que le contó esa víctima, que en alguna ocasión, tras las palizas, la encerró en la caseta del perro. Un comportamiento de maltratador machista que se repitió con la segunda pareja, con la que estaba cuando sucedió la violación de Igualada. Esa primera víctima, como la última que se sigue aferrando a la vida con una fortaleza descomunal, esperan que el hombre, si es condenado como parece, cumpla en una prisión de Bolivia. Justo lo que él no quiere. Lo poco que dijo durante el juicio, respondiendo a las preguntas de su abogado, fue que quería cumplir la condena en una cárcel española y no ser extraditado a su país de origen. 

Estos días una de las investigadoras explicaba con mucho acierto que no le gusta utilizar el término “víctima”. Tiene toda la razón. Cuándo dejas de ser víctima. Cuanto tiempo la menor de Igualada será identificada como víctima. Todas y muy especialmente ella son supervivientes, que conseguirán lo contrario a lo que buscan sus agresores, seguir con su vida. Una existencia determinada por unos acontecimientos terribles que, como dijo una psicóloga forense, le acarreará unas secuelas de por vida con las que se acostumbrará a vivir. Por ellas. Ni una más.