Les voy a proponer un pequeño ejercicio para que entiendan mejor este doloroso caso. Cierren los ojos y visualicen por unos momentos un corcho pegado a una pared. De esos grandes que utilizan los policías en las películas, y también en la vida real, para ordenar las piezas del puzzle en el que se convierten los asesinatos más complejos. La primera de las fotografías que inauguró este panel fue la de Helena Jubany. La bibliotecaria de Sentmenat tenía 27 años cuando fue torturada, asesinada y arrojada al vacío desde la azotea de un edificio de la calle Calvet d’Estrella de Sabadell. Nunca se confirmó, pero cada vez hay más elementos para sospechar que la joven también fue violada.
El empuje de la familia
No tardaron los investigadores en colocar en el corcho las fotografías de los sospechosos: Montse Careta, Santi Laiglesia, Xavi Jiménez… Y en crear un segundo círculo, más alejado, con las imágenes de los que podrían haber estado de alguna manera al corriente de los hechos pero negándose a colaborar con la Policía Nacional: Francesc Macià y Jaume Sanllehí. Ya han pasado 22 años y con la investigación del crimen de Helena Jubany de nuevo reabierta en el último segundo antes de prescribir, una vez más por el empuje decidido de la familia, el foco de las sospechas sigue iluminando al mismo primer grupo de nombres relacionados con la víctima a través de la sección naturaleza de la Unió Excursionista de Sabadell.
20 años de misterio
La joven bibliotecaria fue asesinada el 2 de diciembre de 2001. Y aquí conviene pararse un momento para describir aquel crimen desde otra perspectiva. No se trató ni mucho menos de un asesinato diseñado con la pericia de sus responsables. Lo que ocurrió es que el autor o los autores contaron con la suerte de que el caso fue instruido por un primer juez, Manuel Horacio, que no tuvo ningún tipo de interés en resolverlo. Además, la instrucción fue mucho más que pésima, un insulto para la familia. Toda una serie de elementos y circunstancias que solo jugaron a favor de los culpables. El periodista Yago García Zamora, autor del libro ‘¿Quién mató a Helena Jubany?’ (RBA), reconstruyó la investigación con una nueva mirada alejada de los clichés de género que la hilvanaron en su día, como apunta la abogada Carla Vall en su epílogo. El escritor se atrevió con un móvil. No dudó en asegurar que tras el crimen hubo una intención sexual, que se trató por tanto de un feminicidio, que a la víctima la sometieron químicamente y que la desnudaron y torturaron antes de arrojarla al vacío.
Dos únicas detenidas
En su momento el forense descartó la violación, pero con el único argumento de que la víctima llevaba puesta la ropa interior. Y es cierto, pero nadie interpretó por qué las prendas estaban quemadas con unas cerillas, como parte del pelo de la joven. Dos meses y medio después del crimen, fueron detenidas Montse Careta y Ana Echaguibel tras un informe de la policía científica de la Policía Nacional que las señalaba como autoras de unos anónimos que Helena recibió en la puerta de su casa los días anteriores a su asesinato. Sin embargo, otras periciales posteriores las exculparon y otras siguientes las volvieron a inculpar. En medio de semejante desastre y enredo, el 7 de mayo del 2002, Montse Careta se suicidó en su celda de Wad-Ras y dejó una nota reiterando su inocencia y advirtiendo de que se iba con la “conciencia tranquila”. Desde entonces, la familia de Montse Careta y muy especialmente su hermana Inma lucha con tesón por restablecer el nombre de la joven maestra, a la que definen como una víctima más del caso. Montse Careta era en el 2001 pareja del abogado Santi Laiglesia. El hombre vivía intermitentemente con la joven en el bloque desde el que se arrojó el cuerpo de Jubany. Un piso en el que se encontraron cajas de Noctamid, el psicotrópico que apareció en el cuerpo de la bibliotecaria, así como cerillas como las que se localizaron en la azotea y que se habrían usado para quemar partes del cuerpo de Jubany.
De nuevo, sospechoso
Durante los primeros interrogatorios en el marco de aquella desastrosa instrucción, Laiglesia y Careta cayeron en múltiples contradicciones. Y fue precisamente desde el domicilio de Careta desde el que se realizaron las llamadas que la víctima recibió antes del crimen. Unas llamadas que pudo haber realizado Laiglesia. El caso es que Santi Laiglesia fue investigado, pero su imputación se archivó en 2005 por falta de indicios. Hasta ahora. Cuando parecía que el de Helena Jubany sería un caso más a engrosar la lista de los asesinatos no resueltos, la familia y el abogado Benet Salellas tuvieron la suerte de cruzarse en su camino con un juez de Sabadell, Juan Díaz Villar, dispuesto a echarle horas y ganas para llegar hasta el final. Y en esa están ahora. Hace dos semanas el magistrado ordenó que vuelva a ponerse la lupa sobre el que siempre fue a ojos de todos el principal responsable del crimen: Santi Laiglesia, que precisamente este lunes acudió a los juzgados de Sabadell a que un forense le recogiera una muestra de ADN. El juez ha ordenado que se compruebe si los datos genéticos del sospechoso coinciden con el de las muestras que se recogieron en el cuerpo de la víctima y del jersey que llevaba puesto el día de su asesinato. Una decisión tomada después de que el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses concluyera que el ADN del que hasta ahora era el único investigado, Xavi Jiménez, no coincidiera. La ropa que llevaba Jubany aquel día estuvo custodiada en un juzgado durante dos décadas. De su jersey marrón se recuperó una muestra biológica muy deteriorada que pertenecía a un hombre que no ha sido identificado. La Policía Nacional, que sigue al frente de la investigación, ya comparó esa huella con la de Xavi Jiménez, pero sin éxito. También comparó con Jiménez las muestras extraídas de una uña de la víctima y que el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses guardaba en dos hisopos, dos bastones de algodón. Habrá que esperar al resultado de las nuevas pruebas y comprobar, como sostiene la familia, que ese ADN es de Laiglesia. Una opción que no invalida la participación en el crimen, en alguno de sus estadios, de Xavi Jiménez, al que un último informe pericial le atribuyen los anónimos que la joven de Sentmenat recibió con bebidas sedantes en la puerta de su casa, y en dos ocasiones. Tesón, voluntad, fortaleza. Todos esos elementos reúne Joan, uno de los hermanos de Helena, y voz cantante y portavoz de la familia en estos últimos veinte años. Un hombre que nunca ha dejado de confiar en la resolución del caso y en llegar hasta la verdad. Alguien mató a Helena. Una buena persona que merece la verdad.