Me sobrecoge verme como el padre de Asunta”. Lo confesó Tristán Ulloa a la periodista Luz Sánchez-Mellado en una entrevista del actor que encarnó en una serie al hombre condenado, junto a su fallecida esposa, Rosario Porto, de asesinar a su hija adoptiva en septiembre del 2013. No solo le resultó complicado aceptar el reto, sino que admitió que la figura de Alfonso Basterra le sugería más dudas que certezas. “Un enigma”, aseguró.
Los magistrados que le juzgaron, fiscales y guardias civiles que le investigaron y detuvieron no dudaron nunca de su autoría compartida con Rosario Porto en el asesinato de Asunta Basterra, que solo tenía doce años cuando su cuerpo fue descubierto en el margen de un camino de tierra. Alfonso Basterra, condenado a 18 años de prisión por el crimen, que cumple en la cárcel coruñesa de Teixeiro, vuelve a estar de actualidad, tras publicar su primera novela, ‘Cito’. Un trabajo literario cuyos editores insisten en calificar de excelente y que el autor dedica a Asunta.
Bibliotecario en la cárcel
El hombre es periodista y ejerció durante décadas en varios rotativos de Galicia. El último El Correo Gallego donde escribió en las páginas de Economía. En prisión, Basterra se ha dedicado en cuerpo y alma a la lectura, la escritura y su trabajo de responsable de la biblioteca de la cárcel. Una prisión donde se relaciona lo justo con sus compañeros. Estos días, algunos han compartido sus experiencias en varios programas de televisión. En el matinal de la 1, uno de ellos le definía como un “narcisista, una persona muy altiva que no reconoce su delito y se muestra superior intelectualmente a los demás. Es una persona calculadora y bastante egocéntrica”. Un carácter que ya mostró durante el juicio.
Ese mismo recluso recordaba la época en la que lo vio prácticamente a diario porque acudía a la biblioteca a estudiar y buscar libros y apuntes. “No vestía como el resto de los presos. Nunca lo vi con chándal, siempre con chaqueta”. Su trabajo literario se ha cristalizado en una obra de 140 páginas publicada por Ediciones Vitruvio y que no tardará en llegar a algunas librerías. Su editor, Pablo Méndez, ha defendido en los últimos días su “excelente calidad literaria”, el único argumento, que tuvo en cuenta para decidirse a tirar adelante con el proyecto.
Lo que no pudo prever es la polémica generada y las críticas que está recibiendo, especialmente por la decisión del autor de dedicársela a su hija. “A Asunta, mi niña, mi vida, mi gran amor”.
No reconoce el delito
Una de las críticas más demoledoras la realizó la asociación SOS Desaparecidos, que calificó de “indignante” que Basterra haya podido publicar la novela y, además, se la haya dedicado a su hija, a la víctima que asesinó junto a su mujer, Rosario Porto. El editor, con más de 30 años en el sector, admite que se siente desconcertado por la intensidad de la campaña y aunque en algún momento se planteó la posibilidad de retirar el libro del mercado, finalmente ha decidido mantenerlo por el mismo criterio que aceptó editarlo: “porque está muy bien escrito”.
Además, se define como un convencido defensor del proceso de reinserción en prisión al que tiene derecho todo condenado. Pablo Méndez conoce bien las cárceles que visita con frecuencia para impartir talleres de escritura creativa, o en actividades literarias en las que lee sus poemas. El editor siempre pensó que la publicación de la novela ayudaría al condenado en su proceso de reinserción. Obviando, sin embargo, que esa reinserción requiere de una asunción del delito, de un reconocimiento de los hechos que, hoy en día, Basterra no ha hecho.
Tanto es así que las veces que ha intentado conseguir algún permiso siempre le ha sido denegado precisamente por su negación de los hechos. “Estoy acostumbrado a no vender libros”, contó el editor a la periodista Natalia Puga en El Mundo, insistiendo que de los 80 autores que ha publicado en los últimos años, 60 son completamente desconocidos.
Amor y desamor en Castilla
‘Cito’ es una historia de “amor, humor y desamor” ambientada en un pueblo de Castilla y León en los años cuarenta y sigue la vida de un médico rural que resuelve los problemas de sus vecinos. No tiene, por tanto, ninguna relación ni paralelismo con el proceso judicial y los hechos por los que fue condenado. La historia ya la tenía Alfonso Basterra en la cabeza años antes del asesinato de su hija el único aspecto que relaciona la novela con lo ocurrido es la dedicatoria a Asunta.
Pablo Méndez reconoce que puede no haber sido la decisión más acertada y admite que particularmente tampoco le gusta la dedicatoria. Pero aclara que nunca ha cuestionado la dedicatoria de ningún autor. “¿Cómo le dices a un escritor que la cambie? No soy nadie para hacerlo”. Fue el propio editor el que contactó con Basterra, tras conocer por otros internos que estaba escribiendo un libro y después de haber leído alguna cosa que le había gustado. “Me dijo que tenía una novela terminada y me la mandó”.
Su relación siempre ha sido epistolar, nunca se han visto ni hablado por teléfono y, en cuanto recibió el manuscrito, supo que la publicaría. Basterra continúa escribiendo y si es buena, como asegura la primera, está dispuesto a publicar una segunda novela. El editor nunca había trabajado con un autor encarcelado, pero no le frenó, centrado en la calidad de una obra que, asegura, “bebe de cierta tradición gallega de Valle-Inclán, del boom latinoamericano de Eduardo Mendoza”, en la que las fronteras entre lo fantástico y lo mundano se quiebran. “Teniendo en cuenta la cantidad de libros flojos que se publican al año este merecía ser publicado”, insiste.
Un posible doble móvil
Doce años después del crimen de Asunta, sigue sin resolverse la incógnita de por qué unos padres idearon y ejecutaron a sangre fría un plan para asesinar a su hija. La pregunta no es relevante judicialmente porque no afecta a la culpabilidad de Rosario Porto y Alfonso Basterra, pero sí es la respuesta que falta para cerrar el caso. La madre, que se suicidó en su celda en el 2020, se llevó sus secretos a la tumba, y el padre jamás ha querido contar la verdad.
Sobre la mesa hay posibles móviles. En el caso de Rosario Porto es que quisiese librarse de su hija porque la percibía como un lastre. Quería romper con el pasado y estaba muy ilusionada con la relación que había iniciado con otro hombre y que había motivado su divorcio de Basterra, al que seguía unida precisamente por la niña. En el caso de Alfonso Basterra, llamó la atención el hallazgo de fotos de Asunta con medias de rejilla y poses provocativas o la gran cantidad de pornografía protagonizada por mujeres muy jóvenes asiáticas que había en el ordenador que trató de ocultar a la Guardia Civil.
Además, en la ropa interior de la pequeña se halló ADN del padre, procedente de un fluido que no era semen. ¿Para qué la estuvo drogando con lorazepam al menos tres meses antes de matarla? Serían esos los “jueguecitos” que le reprochó Rosario en los calabozos cuando también le preguntó sin saber que había un micrófono que les grababa: “¿Te ha dado tiempo a deshacerte de eso?”.
¿Podía haber algo tan secreto y vergonzoso que hubiera movido a Basterra a asesinar a la niña para que no lo contara? Otro posible móvil es doble. Que a Rosario la motivara el desapego, pero que a Alfonso lo moviera esa intención de evitar que Asunta contara algo indecente, pero también su ánimo de vengar- se de su exmujer por haberle sido infiel y romper el matrimonio. Pudo manipularla para que la mataran juntos, pero de tal manera que ella fuese la que más se expusiese y la que acabase como única culpable del crimen. Si ese era su plan, fracasó.