Pocas veces un crimen no resuelto cuenta con el empeño incansable y deter-minante que en las últimas dos décadas ha mostrado la familia de Helena Jubany. Una lucha en los tribunales para que el asesinato de la joven bibliotecaria, que tenía 27 años, no quede impune. A cada revés judicial, el entorno de la víctima contraataca con una nueva petición en el juzgado para que se realicen más pruebas que mantengan viva una investigación que arrancó de manera nefasta y que siempre ha tenido en el punto de mira a unos mismos sospechosos que han podido seguir con sus vidas, como si nada.
“Hoy hace 23 años que mataron a mi hermana”, escribió el lunes 2 de diciembre en sus redes sociales Joan Jubany, el hermano que para honrar la memoria de Helena y celebrar su pasión por la literatura puso en marcha un premio que lleva su nombre y que premia cuentos que se escribieron para ser contados. Una triste conmemoración que este año ha llegado con importantes novedades judiciales. Las últimas pruebas de ADN realizadas sobre el jersey que vestía Helena Jubany el día que fue asesinada han arrojado una nueva información muy valiosa que vuelve a señalar al que siempre ha sido el principal sospechoso del crimen: Santiago Laiglesia.
“Para nosotros es un paso adelante muy importante porque por primera vez tenemos una prueba directa y no solo circunstancial que apunta directamente a esta persona”, remarca Joan Jubany, la voz visible de este esfuerzo familiar. Una estrategia que cuenta con la acción en los tribunales del abogado Benet Salellas. Santiago Laiglesia ya fue imputado en el 2002 por su relación con el crimen. Tras ser drogada, torturada y presuntamente violada, el criminal o los criminales, arrojaron su cuerpo desnudo al vacío desde la azotea de un edificio situado en la calle Calvet d’Estrella de Sabadell. El cadáver presentaba además quemaduras.
En un piso de ese mismo bloque vivía en ese momento Laiglesia con la que era su pareja, Montserrat Careta. Años después, un vecino de la finca recordó que el nombre de ambos aparecía en la tarjeta de identificación del buzón, aunque en sus sucesivas declaraciones siempre trató de desvincularse de la vivienda. En ese piso se encontraron además cajas del medicamento Noctamid, el mismo que la autopsia halló en el cuerpo de la mujer. Y cerillas como las que se localizaron en la azotea y que se habrían usado para quemar partes del cuerpo de la víctima.
En los primeros momentos de la investigación, Montse Careta fue vinculada con el crimen, detenida y encarcelada. Terminó suicidándose en prisión, clamando por una inocencia que sigue defendiendo su familia. En 2005, Laiglesia fue desimputado porque los indicios que había para sustentar la acusación no fueron suficientes.
Anónimos y sedantes
El tiempo avanzaba, y en el 2021, justo unas horas antes de que el caso prescribiera en los tribunales al cumplirse el vigésimo aniversario del crimen, el juez instructor imputó a un amigo de Laiglesia, Xavi Jiménez. Como el resto de señalados durante estas dos décadas, Jiménez formaba parte del grupo de amistades que junto a Jubany formaban parte de la Unión Excursionista de Sabadell. Una entidad con mucha repercusión social y cultural en el municipio y a la que siguen vinculados los dos sospechosos. Los investigadores atribuyeron a Xavi Jiménez la elaboración de los dos anónimos que la víctima recibió los meses anteriores al asesinato junto a una horchata y un zumo de naranja adulterados con benzodiacepinas, concretamente el medicamento Noctamid, la misma sustancia con la que fue drogada antes de ser lanzada al vacío.
El siguiente en ser imputado en esa nueva fase de la investigación del 2021 volvió a ser Laiglesia a quien se le requirió en el juzgado para que aportara muestras de ADN. Los perfiles genéticos de los dos imputados fueron cruzados en el laboratorio de la policía científica de la Policía Nacional con unas muestras que se identificaron, en junio del 2022, en el jersey que vestía Jubany en el momento de ser asesinada. El análisis de la prenda, con las nuevas técnicas, permitió identificar cuatro perfiles genéticos diferentes, correspondientes a dos mujeres y a dos hombres. En el cotejo de esos perfiles con los de los sospechosos se utilizó la técnica del análisis cromosómico. Y el resultado determinó que en el caso de Laiglesia, una de las muestras del jersey encaja al 100 % con el linaje del acusado.
En el caso de Jiménez las pruebas resultaron negativas. Aún hubo una segunda prueba que volvió a señalar al sospechoso. Estos resultados evidencian que Laiglesia tocó el jersey que Helena Jubany vestía cuando fue asesinada. Pero corresponde a los investigadores de la Policía Nacional concretar qué pasó las horas previas.
Los únicos candidatos
El informe, elaborado por la unidad central de análisis científicos de la Policía Nacional, advierte de que, en el caso de existir alguna otra persona relacionada con estos hechos, sería bueno realizar el estudio de su perfil genético y posterior cotejo con los resultados que ya tienen. Y de esa manera, tener más margen para descartar sospechosos e incrementar el porcentaje de coincidencia con el ya señalado. Un año entero han trabajado la policía científica con la prenda de Jubany y los perfiles genéticos de los dos sospechosos.
El problema, como tantos otros obstáculos que ha tenido que sortear esta investigación, es que quedan pocos sospechosos con los que cotejar esos restos del jersey. El caso está prescrito para todas aquellas personas que en los últimos 20 años no fueron imputadas con anterioridad. Por tanto, los únicos candidatos son Laiglesia y Jiménez, cuyos ADN ya han sido cotejados, Ana Echagível, compañera de Jubany e imputada en los primeros momentos, cuando se la responsabilizó de los anónimos que después se demostró que no eran de ella y Montse Careta. Faltaría entonces trabajar con el perfil genético de Echagível y determinar hasta qué punto podría utilizarse para el análisis, el perfil genético de un familiar directo de Montse Careta.
En cualquier caso, los resultados de la prueba de ADN obtenido ahora por la Policía Nacional acercan a Laiglesia a un posible juicio por la muerte de la bibliotecaria de Sentmenat. Se trata de una conclusión relevante, aunque no definitiva, porque concluye que es posible que Laiglesia y Jubany estuvieran en contacto cuando la mujer fue asesinada. Es importante este detalle, porque el sospechoso siempre ha negado haber tenido cualquier tipo de contacto con la mujer durante aquellos días. El autor o los autores de este crimen contaron con la suerte de que el caso fue instruido por un primer juez, Manuel Horacio, que no tuvo ningún interés en resolverlo. La instrucción policial fue mucho más que pésima, un auténtico insulto para la familia. Toda una serie de elementos y circunstancias que solo jugaron a favor de los culpables que, 23 años después, siguen libres.