El rey Juan Carlos cumple hoy 80 años, consecuencia lógica de haber nacido el 5 de enero de 1938 y seguir vivo. Hace ya tres años y medio que dejó el trono en manos de su hijo Felipe y su vida, en este tiempo, se ha desarrollado deliberadamente fuera de los focos con la intención de dejar todo el protagonismo al actual rey. La celebración de su larga vida ha tenido carácter familiar con una comida convocada por el propio rey Juan Carlos en el palacio de la Zarzuela a la que han acudido todos sus familiares a excepción de la infanta Cristina, su marido, Iñaki Urdangarin, y sus cuatro hijos, Juan, Pablo, Miguel e Irene, que no pisan la residencia de los anteriores reyes, ni de los actuales desde el inicio de proceso judicial por el caso Nóos.
No habrá, como en otras casas reales, una celebración oficial; ni tan siquiera un concierto homenaje de los que tan poco le gustaban pero a los que, durante años, asistió la noche del 5 de enero para hacer ver que le gustaba que Plácido Domingo, e incluso una vez junto a los otros dos tenores (Josep Carreras y Luciano Pavarotti), le cantara el “Cumpleaños Feliz”. No está programado ningún acto institucional más allá de una serie de apariciones, programadas por la Zarzuela a lo largo del año, en los que tanto el rey Juan Carlos, como la reina Sofía (que cumplirá también 80 años el 2 de noviembre) acompañarán a los reyes Felipe y Letizia, aunque, lógicamente siempre por detrás de ellos. No existe un lugar para un rey que ha dejado el trono en vida; se pasa del todo a la nada.
Al rey Juan Carlos nunca le gustaron las celebraciones y de hecho solo cuando cumplió 70 años aceptó una cena homenaje a la que acudieron las personas que, junto a él, habían protagonizado los cambios de España a partir de 1975. Fue en 2008, un mal año pues a partir de entonces el rey Juan Carlos vivió la peor etapa de su vida pública que condujo, finalmente, a su abdicación en 2014. Desde que cedió la Corona, ha optado por vivir en segundo plano y su figura y su importante histórica se ha ido diluyendo en buena parte por su propio interés en no interferir y pasar página.
Desde que dejó el trono, el primer objetivo del rey Juan Carlos fue acostumbrarse a estar fuera del centro de decisiones. Sabía desde el principio que la mejor manera de ayudar a su hijo era dejándolo solo; se alejó incluso físicamente para evitar encontrarse con quienes iban a ver al rey Felipe a la Zarzuela y aprovechó esa circunstancia para cumplir con invitaciones de amigos de medio mundo pospuestas durante años. Tuvo también que reconducir su vida familiar, recomponiendo su relación con la reina Sofía y estableciendo nuevos puntos de complicidad desde su común estatus de jubilados. El rey Juan Carlos tiene un núcleo de amigos fieles que le acompañan en sus salidas de ocio, al campo o al mar o en sus excursiones gastronómicas. Le fastidia que, por unas desacertadas decisiones médicas, siga teniendo problemas de movilidad que le obligan a usar un bastón muleta pero no por eso se queda en casa pero, en general, se ha acostumbrado a su nueva vida y a disfrutar de las pequeñas cosas.
Con el paso del tiempo, ha dejado atrás la amargura con la que vivió los últimos años de su reinado aunque le sigue doliendo que se esté perdiendo el valor de todo lo que se hizo por llevar a España a la modernidad. Su 80º cumpleaños hubiera merecido una celebración especial y no únicamente un evento familiar y privado.