Las cosas como son. La Reina, que no siempre acierta en sus estilismos, ha causado sensación en el primer día de la visita de Estado de los Reyes a Reino Unido, principalmente gracias al vestido rojo pasión que lució en la cena de gala ofrecida por la reina Isabel II en el palacio de Buckingham, donde la duquesa de Cambridge se rindió antes de empezar el combate al elegir un vestido color rosa palo que la hacía casi invisible.
Los Reyes han viajado a Londres para celebrar, por fin, una visita suspendida en dos ocasiones y a su llegada fueron recibidos por todo lo alto. En protocolo y pompa, los ingleses son unos maestros y la reina Isabel echó el resto con sus parientes españoles, no solo en la ceremonia de bienvenida donde solo faltaban los tres lanceros bengalíes, sino al alojarlos en el palacio de Buckingham, donde les ofreció una comida familiar y una cena de gala y, sobre todo, convocando a toda la familia real para agasajar a los primos españoles.
Letizia escogió el amarillo para su primera aparición pública en Gran Bretaña, pero no un amarillo cualquiera sino el denominado “lemon curd”, que es la tonalidad de una popular mermelada inglesa hecha de limón y queso. El conjunto, además, era totalmente inglés con ese punto de cursilería tan encantador y, sobre todo, completado con un tocado ladeado de color amarillo pollito. El abrigo de tweed era de un tono de amarillo más claro que el del vestido y las dos piezas, de largos diferentes, acababan con un bordado. El tocado era de María Nieto y el conjunto de Felipe Varela que ha vuelto al armario de la Reina pues, es cierto, que para las ocasiones más formales no falla.
En su segunda aparición, para ir a tomar el té a casa de Carlos y Camila, la Reina tuvo un detalle con la moda inglesa y eligió un vestido en gabardina de color burdeos de la firma Burberry. Además de la tela, el modelo tenía también un diseño con trabillas en los hombros y solapas cruzadas que recordaba a las piezas icónicas de esa marca que ha extendido por el mundo las gabardinas inglesas. El príncipe Carlos, que en 1986 recibió a los reyes Juan Carlos y Sofía, junto a Diana de Gales, recibió a Felipe y Letizia con Camila. Han pasado 31 años y el heredero británico ha hecho el más difícil todavía de la realeza: ha cambiado de mujer pero sigue esperando reinar y ya tiene 68 años.
Y, por fin llegó la noche y las galas. Letizia confío en Felipe Valera para un traje de noche que era una filigrana. De tul rojo estaba bordado con hilo y cristal en tonos amapola, rubí y rosa con una pequeña cola, más regio aunque muy parecido al famoso vestido rojo de Lorenzo Caprile con el que hizo su debú ante las casas reales en la boda de los príncipes Federico y Mary de Dinamarca, en aquel lejano ya 14 de mayo de 2004. Ante la reina Isabel, Letizia lució espléndida aunque a su lado la soberana británica, de blanco y a pesar de las impresionantes aguamarinas en su tiara y su collar, quedó prácticamente invisible. La Reina lució la tiara de la Flor de Lys y las pulseras de Cartier que el rey Alfonso XIII regaló a la reina Victoria Eugenia. La pareja se conoció en 1905 durante la recepción que el rey Eduardo VII ofreció al bisabuelo de Felipe VI con motivo de la visita de Estado.
En la cena no hubo oportunidad de duelo con Kate Middleton porque en ningún momento estuvo junto a la Reina. Las normas de la casa real británica limitaron las fotos a las dos parejas, Isabel y el duque de Edimburgo, todavía muy lozano a sus 96 años, y Felipe y Letizia. Aún así, se produjo un efecto óptico ya que cuando las dos parejas posaban en la foto oficial de la cena en el espejo situado tras ellos se reflejaba la figura de la duquesa de Cambrige charlando con otros invitados.
El viaje sigue así que otro día, más