Parece que fue ayer, pero ya han pasado 12 años desde la boda del príncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz. El día elegido para la boda no era el 22 de mayo, cuando finalmente se celebró, sino el 26 de junio, el primer sábado de verano pero, por diversas razones que no vienen al caso, o sí pero mejor olvidarlas, el enlace se adelantó un mes y tuvo lugar una semana después de que el príncipe heredero Federico de Dinamarca se casara, en Copenhague con la abogada Mary Donalson. Las agendas de las casas reales de Europa tuvieron que encajar dos bodas seguidas pero lo peor fue que el adelanto, supuso también sumar al lío organizativo la incertidumbre meteorológica ya que, como se temía, la posibilidad de lluvia el 22 de mayo era casi una certeza, mientras que en junio se hubiera descartado casi por completo. En fin, si a la novia le pidieran ahora su opinión con toda certeza elegiría finales de junio.
La boda del príncipe Felipe y Letizia Ortiz se anunció el 1 de noviembre y, una vez decidida la fecha, que no se hizo pública hasta semanas más tarde, los servicios de protocolo de la Zarzuela empezaron a preparar la ceremonia. Uno de los asuntos más complicados fue la elección del diseñador del traje de la novia que fue considerado un asunto de Estado pero que tenía que contar, necesariamente, con la aquiescencia de la novia que finalmente era quien debía llevar el traje. La Zarzuela deseaba que el diseñador fuera español y garantizar, además de la obligada prudencia, que el encargo no sería utilizado como publicidad y que la elección no despertara controversia. Finalmente, se optó por Manuel Pertegaz, el veterano modista que era en aquel momento el último representante de la alta costura española y quien, a sus 86 años, recibió el encargo como un regalo para coronar su exitosa carrera. Ese último trabajo le dio años de vida, pues Pertegaz que murió en 2014 vivió hasta los 97 años.
El primer contacto del diseñador con la prometida del Príncipe se produjo en enero de 2004 tras las fiestas navideñas. Pertegaz estuvo en la Zarzuela en una ocasión para un primer contacto con la novia y una vez que ambos comprobaron que se podían entender, Letizia Ortiz aceptó los consejos de los responsables de la Zarzuela y tomó la decisión que marcaría los últimos años de la carrera de Pertegaz, quien recibió el encargo con la ilusión de un niño. La prometida del Príncipe recibió varios bocetos pero Pertegaz no empezó a trabajar hasta que, a primeros de febrero, Letizia, por primera vez, acudió a su taller en la Diagonal de Barcelona. Aunque yo llevaba varios años escribiendo sobre la familia real, descubrir quién era el diseñador elegido para confeccionar el traje de novia de Letizia Ortiz fue fruto de la casualidad al coincidir, camino del trabajo, con unos escoltas de la Casa Real que estaban apostados delante del edificio en el que trabajaba Pertegaz, mientras ellos intentaban alejarme de la zona supe que Letizia Ortiz estaba en el taller, ni los escoltas se podían ir ni yo iba a dejar la zona, así que pasé más de tres horas plantada junto a un árbol de la avenida hasta que se abrió la puerta del portal y salió Letizia Ortiz, vestida con un pantalón pitillo, una cazadora de ante y un bolso de Yves Saint Laurent con un cuerno como asa. No me olvidaré nunca de los detalles, ni del frío que pasé aquella mañana de febrero.
Casi cuatro meses después de aquella mañana, Letizia Ortiz entró en la catedral de la Almudena vestida de novia después de atravesar el patio de Armas desde el Palacio Real metida en un Rolls Royce bajo una lluvia torrencial que impidió su desfile a pie. El traje, de inspiración medieval, bordado primorosamente con hilos de oro, era una filigrana pero no le favorecía, parecía pesarle y parecía que el vestido llevaba a la novia y no al revés. Si la boda se hubiera celebrado en verano, Letizia podría haber llevado un vestido más ligero pero eso ya nunca se sabrá.