Día sí, día también, se distribuyen bonitas estampas de las diferentes familias reales con motivo de verano o alguna celebración. Hemos visto al malcarado rey Carlos Gustavo de Suecia posando junto a su mujer, hijos y nietos en Solliden, su residencia de verano ubicada en la isla de Öland, y el encantador Jorge de Cambridge celebrando su tercer cumpleaños, e incluso al sosainas del rey Felipe de Bélgica con su mujer, Matilde, y sus cuatro hijos recorriendo las instalaciones de una especie de parque temático dedicado a los Pitufos. Hace algunos días eran Guillermo y Máxima de Holanda los que posaban con sus tres niñas, a pesar de que la mayor, Amalia, lo hizo con muletas por una lesión en el tobillo, y en Dinamarca, la reina Margarita reunió a toda sus familia, incluido su marido, Henry, que aunque su jubiló de la vida pública no puede estar escondido.
Dicho esto, ¿dónde están nuestras princesas? o mejor dicho, nuestra princesa y nuestra infanta. Todo el mundo entiende que el Rey, que bastante tiene con mantener el tipo, en medio de la interinidad política, no esté, como otros monarcas de Europa, con menos faena, para fotitos familiares, pero ya empieza a ser preocupante el celo con el que la reina Letizia protege a sus cachorras. Desde el mismo verano en el que don Felipe y doña Letizia llegaron a Mallorca como Reyes se ha hecho un posado en los jardines de Marivent e incluso, el primer año, se hizo otro en un enclave con mensaje, una exigencia de doña Letizia para quien pasear con sus hijas sin más explicaciones no es suficiente motivo para salir de casa.
Este año, la cosa está cruda, toda vez que el Rey se debe a su primera misión: estar atento y dedicado a la formación, o no, de un nuevo Gobierno, y doña Letizia no parece dispuesta a cubrir el flanco mallorquín e instalarse allí con sus hijas esperando a que don Felipe se pueda escapar unos días.
En fin, Marivent encierra muchos misterios que quizá tengan explicaciones muy sencillas pero hay que decirlo. Al principio de su matrimonio, a Letizia no le apetecía mucho pasar las vacaciones con sus suegros y de ese primer rechazo, normal en muchas recién casadas, nació una animadversión cuyas secuelas aún siguen. Ahora, la Reina podría hacer suyo Marivent, ya que, contra lo que se ha especulado, doña Sofía no vive en Mallorca, más allá de unos días en Semana Santa y varias semanas en verano. Marivent, para doña Sofía y su hermana, Irene, cuando le acompaña, es demasiado grande y no está acondicionada. Esta primavera, la Reina, además de atender sus actos oficiales y otros relativos a su fundación, ha hecho un curso en el yacimiento arqueológico de Atapuerca y ha colaborado en algunas excavaciones, como hizo en Grecia cuando era joven, aunque los restos hallados en Burgos sean de un millón de años, como poco, y los de Micenas de solo cinco milenios.
La reina Sofía se entretiene bastante y se organiza su vida que, de momento, no pasa por retirarse a Marivent, aunque sí le gustaría que, al menos en verano, la residencia mallorquina fuera el centro de reunión familiar. No puede ser por varias razones y esa es su pena que aumenta cuando ve las fotos de sus colegas europeos posando rodeados de hijos y nietos.