Otro de los asuntos que se maneja en la mesa de debate familiar es si la base es igual que el maquillaje. Hay distintas teorías al respecto y mi hermana Esther acude a mí para aclarar el asunto: “Esther, me gustaría poder ayudarte pero, hija, hace tanto que no salgo en la tele”.
Desconozco si el domingo que fui a visitar a Concha Velasco la actriz llevaba base, maquillaje o qué se yo. El caso es que tenía un aspecto estupendo. El día anterior me escribió un mensaje su hijo Manuel para ver si podía ir al día siguiente a las cuatro y, por fin, después de algunos infructuosos intentos, pude encontrarme con Concha y su hijo. Le he pedido permiso a Manuel para escribir sobre la tarde que pasamos juntos. Quería contar en este blog que vi a Concha exquisitamente atendida. Amorosamente cuidada por su hijo, que le recuerda constantemente anécdotas que provocan su risa. Esa risa tan característica como inconfundible de la Velasco. En ocasiones, ingresar en una residencia a un familiar es un grandísimo acto de amor porque significa aceptar que por mucho que quieras ya no puedes llegar a lo que tu ser querido necesita.
Paseé con Concha, estuve con ella en su habitación y me dio mucha alegría saber que recibe visitas sin cesar. Que su hijo tiene que modularlas escrupulosamente para que no se amontonen y así, todos aquellos amigos que deseen visitarla, puedan tener su momentito con ella. Ella. La Velasco. Una de las mejores artistas que ha dado nuestro país. Parte de nuestra vida y pedacito fundamental de nuestra memoria. La de horas que hemos disfrutado viéndola encima de un escenario, presentando programas de televisión o concediendo entrevistas que se convertían en auténticos recitales interpretativos. Concha sigue con nosotros, sonriendo y recogiendo el cariño que ha sembrado después de tantísimos años de entrega a un público que no la olvidará jamás. No podía ser de otra manera.