No soy amigo de Marlaska. Solo he coincidido con él en dos ocasiones: en un acto de BaasGalgo –mis perros salen de esta protectora, creo que el suyo también– y en otro del PSOE el verano pasado. Donde los galgos ni nos saludamos porque yo presentaba el acto y él acudió de invitado y la verdad es que luego ya no coincidimos. En lo del PSOE hablamos poco, no sé si porque le caigo como una patada en los huevos o porque los dos somos tímidos. Creo que él piensa que yo ejerzo de chismoso las 24 horas del día y, por eso, prefiere mantener las distancias.
El caso es que explico todo esto para que sepáis que mi relación con él es nula. Y que lo que voy a escribir a continuación no está influenciado por ningún tipo de chantaje emocional. En toda esta historia en la que está inmerso, yo voy con él. Seguro que habrá metido la pata en algo, pero después de ver quiénes lo ponen a caer de un burro no puedo más que mostrarle todo mi apoyo. Porque los otros son, sencillamente, horrendos. Infames. Ineptos. Faltones. Maleducados. Tramposos. Manipuladores.
Veo en Telecinco.es que Jorge Fernández Díaz, ex ministro de Interior, acude a ‘El programa de AR’. Sacar a este ministro para poner a parir a Marlaska es una bendición para este último, porque la imagen negra y rancia de un Fernández Díaz que huele a sacristía y a sotana mojada tira para atrás hasta caerte de culo. Sobre la altura intelectual de Fernández Díaz no dejéis de leer ‘El director’, de David Jiménez. Fernández Díaz ha condecorado a vírgenes y, cuando se ha marchado, no es que haya dejado su ministerio muy limpio que digamos. Y ahora pretende cargar contra Marlaska. Que le compre otro el cuento. Que imparta su doctrina en el salón de su casa pero, por favor, no lo saquemos más en televisión. Su imagen vetusta, antigua, reaccionaria y antipática ha provocado en mí los mismos efectos que el bromuro. Desde que lo vi en Telecinco.es he perdido el morbo. A ver quién me indemniza ahora por estos días de cachondeo perdido.