Yo soy un hombre muy importante. A veces pienso: “Ay, Jorge Javier, qué humilde eres”. Porque con todo lo importante que soy no me gusta darme el pisto. No soy importante solo por mí mismo, que también, sino por la gente con la que me relaciono. Yo he saludado en persona a presidentes del Gobierno –no al actual–, a ministros de diversos partidos, a políticos de la oposición –no a la actual ni ganas– e incluso la reina Letizia me ha mirado a los ojos. Y sonriendo, le he dicho mi nombre. Hasta me escribo con uno de los hombres más bellos del mundo. No sé qué quiero decir con todo esto pero el caso es que me apetecía contarlo. No por darme el pisto, quizás sí para otorgarle más fuste a mis opiniones.
A lo que iba. Hace poco recibí un mensaje de una directora de cine reconocida internacionalmente que me decía: “Felicidades, los 50 son los nuevos 17”. Y la creí, porque tengo el pavo subido, tanto que hasta creo que me está saliendo acné. Me hago un selfie en una piscina y la envío a un grupo en el que está P. Su respuesta me deja conmocionado: “A mí me tocó lo que compras en AliExpress, ¿no?”. Lo malo es que tiene razón. ¿Cómo no lo voy a tener en un pedestal si él solo gozó de mi anatomía redonda y peluda? Ahora que soy casi un surfero y muchos hogares suspiran por darle leña a mi cuerpo estamos separados. Pobre. Postdata: He disfrutado mucho con ‘Un amor intempestivo’, de Rafael Reig –novela conmovedora, emotiva, descarnada a veces– y estoy enganchado a la última de Máximo Huerta, “Con el amor bastaba”. Es, con diferencia, su mejor libro.