El sábado me dije: “Jorge Javier, vete a la calle que luego no paras de darle la tabarra a P. diciendo que no tienes vida social y que los fines de semana se te hacen un mundo y que por eso trabajas tanto porque no tienes a quien llamar para dar una vuelta y que luego estás hasta el moño de trabajar tanto porque así es imposible ligar”. Total, que me hice caso a mí mismo. Llamé a un taxi y me planté en Alonso Martínez. A mí no me lleves más lejos de la Cibeles porque no estoy cómodo. Soy de centro-centro. En cuestiones geográficas madrileñas, se entiende. Pasé una mañana preciosa. Paseé, me compré un montón de libros, varios perfumes, y llevé a casa dos palmeras de una pastelería buenísima. Mi intención era llevar un panettone pero no les quedaba ninguno. Otro sábado será.
Vuelvo a casa y después de almorzar P. y yo nos empujamos una de las palmeras viendo ‘Muertos S.L.’, porque soy fan de Laura Caballero –creadora y directora– y de Carlos Areces. P. ve todo lo que yo le digo, es muy buena persona. La noche anterior nos vimos de una sola sentada ‘Reyes de la noche’ y también nos encantó. Es que P. y yo somos muy fans de Miki Esparbé. Nota importante: yo comí más palmera que P. Siempre me hace lo mismo con la comida. Se quita de comer para que yo tenga más cantidad porque sabe que soy una cochinilla ansiosa. La palmera estaba de muerte. El hojaldre, aire. Crujiente. Una pasada, vamos. Menos mal que me dio el trozo más grande porque de lo contrario lo hubiera matado. Propuse que nos comiéramos la segunda pero por ahí ya no pasó. Lástima. Con el ánimo de bajar la dichosa palmera manifesté mi intención de volver a Madrid para caminar. Por su parte, él se cogió la moto y también fue a perderse un rato.
El inoportuno apagón
Me ducho. Me pongo mono. Llamo a otro taxi. Y cuando voy a abrir la puerta de la calle, ¡pum!, que se queda a medio gas. Que nos hemos quedado sin luz. Llamo a P. “Oye, que mira lo que me ha pasado”. “No te preocupes, voy para allá”. “Pues yo me voy que tengo el taxi en la puerta”. Y fuime. Cuando estaba en una tienda dispuesto a adquirir un bolso –al final me compré dos– me llama P. “Pues parece que esto es serio”. Aunque él me dijo que no me preocupara me parecía de mucho morro seguir paseando mientras él se comía el marrón. Volví a casa. Llamamos al seguro. Bueno, en realidad llamó él. Vino el del seguro. Que la cosa era de la compañía de la luz. Vino el de la compañía de la luz. Que eso no lo podía arreglar él sino un compañ ro suyo. Vino un compañero suyo.
P. atendiendo y recibiendo. Yo, temiendo por la nevera. Detesto tirar comida así que estaba dispuesto a comerme toda la que quedaba. Tras cinco horas sin luz todo ha vuelto más o menos a la normalidad. No tenemos lavavajillas. Ni wifi. Ni tele. Al irme a dormir comprobé que se había fastidiado el interruptor de la habitación y las luces se quedaban encendidas. Me daba apuro despertar a P. porque ya bastante había tenido durante toda la tarde/noche. Estuve a punto de cambiarme de habitación pero me armé de valor y conseguí desenroscar las bombillas. Me sentí un hombrecito de mi casa por lograr solucionar un contratiempo tan apabullante.
Después de haber vivido tantos sobresaltos nos despertamos con una ligera resaca emocional. Para serenarme me puse la entrevista de Maite Galdeano en ‘¡De Vier- nes!’. Ella es muy buena actriz, pero el papel de corderita degollada que asumió en el programa no le pega nada. Estaba desentonada. Hablaba a media voz, a lo Sole Giménez, y resultaba poco creíble porque ella es más de “che, che, las papelas del camión”. Claro que me creo que está pasando un mal momento pero también estoy convencido de que ella cree que tiene toda la razón del mundo. Nadie la baja de esa burra. Reconozco que tengo debilidad por Maite Galdeano. Ya lo he escrito aquí cientos de veces. Es una fuerza de la naturaleza que seguramente canaliza mal sus emociones.
Televisivamente es hipnótica. Emocionalmente, un ligero desastre. Su hija Sofía es víctima de la megalomanía de una madre profundamente acaparadora. Pero Sofía Suescun es inteligente. Muy inteligente. Y está sabiendo manejar la situación con delicadeza. Y Cristian, su hermano, es pura nobleza. Cada vez le tengo más cariño. También a Kiko Jiménez, porque no es fácil navegar en un barco que intenta capitanear a toda costa Maite Galdeano. Todos los protagonistas de este culebrón me caen bien. Últimamente parece que me he comido a Gandhi.
El no viaje a Londres
Después de ver la entrevista le pido a P. que me haga el desayuno. Y él me lo hace porque es un santo varón. Tras despacharme varias tostadas con pavo y aguacate nos disponemos a asaltar la palmera que nos queda. La parto por la mitad. Qué curioso: esta vez, al ver el trozo que le ha tocado, no se queja de que le dé mucho. “Vaya, parece que tenemos hambre”, le suelto yo con retintín. “Toma, toma, te doy más si quieres”, contesta. Y me niego con la boca chica aunque reconozco que si hubiera insistido un poco más me habría quedado también con su trozo. Buceo un poco por internet y descubro que Imelda Staunton está haciendo ‘Hello Dolly’ en Londres. “Ay, P. Voy a organizar un viaje para ir a verla. Te invito por todo lo que sufriste ayer”. Al ir a sacar las entradas me doy cuenta de que acaba el 14 de septiembre y que ya está todo vendido. “Vaya, P. Lo siento. Otra vez será”. Y me como la palmera pensando en lo bien que he quedado ofreciéndole la golosina del viaje y en todo el dinero que me he ahorrado por no poder llevarlo a cabo.