Al salir de un ‘Sálvame’ me he encontrado justo en la entrada de Mediaset a Rosa Benito. Nos hemos mirado, yo le he dicho: “¡Anda, queeeee!”. Ella me ha respondido: “Queeeeeee”. Nos hemos sonreído y nos hemos dado dos besos. Tanto ella como yo somos como esas folclóricas que se acuchillan por detrás pero que al verse practican lo del “dientes, dientes”. ¿Somos Rosa y yo unos falsos? Pues habrá gente que crea que sí, pero yo, la verdad, es que le tengo mucho cariño. He trabajado muchísimos años con ella y me lo he pasado muy bien. Hemos vivido momentos únicos, tanto en lo bueno como en lo malo. Y hay que ser conscientes de que Rosa Benito consiguió mucha gloria en ‘Sálvame’. Algo que a ella se le olvida con mucha frecuencia, porque a tenor de alguna que otra de sus manifestaciones públicas nosotros le tenemos más cariño que el que ella nos tiene a nosotros.
Rosa es una superviviente. Una mujer que ha aprendido muchísimo en muy pocos años, pero que profesionalmente anda muy equivocada. Ella se crece en el conflicto y saca lo mejor de sí misma cuando se cabrea y se sale del papel de madre de Mimosín. Quizás por comodidad –es comprensible – haya optado por no entrar en muchos berenjenales, porque por mucho que uno se proteja siempre sale trasquilado. O quizás haya optado por el perfil bajo porque juega en el bando equivocado y prefiere permanecer callada, ya que se teme que dentro de poco los jugadores de su equipo se quedarán en pelotas. Rosa es lista. Saldrá, porque sale de todo. Qué pena que haya gente tan cercana a ella que no tolere su triunfo y se empeñe en cortarle las alas. Creo que nos queremos, por eso nos saludamos y nos abrazamos cuando nos vemos.