El miércoles, antes de que diéramos el pistoletazo de salida a la nueva edición de ‘GH VIP’, quise hablar con Rocío Flores. Me habían dicho que estaba muy nerviosa y que no estaría de más que charlara con ella para intentar tranquilizarla. Solo he coincidido con Rocío una vez, cuando vino a recoger a su tía Gloria Camila a ‘Supervivientes’. Entró al plató temblando y se fue más temblando todavía. El miércoles no estaba mucho mejor. Nada más verme me confesó su nerviosismo para, acto seguido, empezar a llorar de una manera casi incontrolada. Para rebajar la tensión, le dije que no se preocupara, que a mí ya me venía bien que estuviera todo el rato llorando. Que no hacía falta que hablara: con que llorara, ya era suficiente. ¡La audiencia se dispararía! Sonrió y empezó a relajarse.
Y en plató se convirtió en una verdadera revelación. Nos encontramos con una chica muy educada, con las ideas muy claras. Sabe hasta dónde quiere llegar y en qué berenjenales no meterse. Entiendo que ha seguido los programas de la cadena y que conoce las artimañas de los principales personajes de Mediaset. Su presencia en un plató llama la atención, y ella no es ajena a esa curiosidad, pero en los dos programas que ha estado –miércoles y jueves– su actuación ha sido impecable. Ahora bien: yo ya no entiendo nada de la historia entre Antonio David - Rocío Carrasco - Rocío Flores Carrasco, porque después de tantos años y tantas versiones uno esperaba encontrar a una muchacha resentida que, a las primeras de cambio, le lanzaría un dardo a su madre. Pero a simple vista, no parece que la niña vaya a ir por esos derroteros.
Cortó de manera taxativa la pregunta que hacía referencia a esas desavenencias y dejó bien claro en todo momento que su presencia en un plató era para defender a su padre. Y que esa defensa no implicaba echar por tierra a la madre. Tiene pinta de ser cariñosa. Me gustaría seguir conociéndola.