Jorge Javier Vázquez

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En su día no hablaba catalán porque me daba vergüenza. Ya va siendo hora de quitármela de encima

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Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

Aprovechando que el sábado por la mañana tengo trabajo en Barcelona paso el fin de semana en casa de mi madre, en Badalona. No sé si será algo que nos sucede a todos los que llevamos tiempo fuera de nuestra ciudad de origen, pero cuando llegas a una cierta edad empieza a rondarte por la cabeza la idea de volver.

Cuando tenía veinticinco años Madrid me acogió como solo ella sabe hacerlo: con pasión. Le correspondí con más pasión todavía y el resultado fue explosivo. Creo que en ningún otro lugar del mundo habría sido más feliz. Pero empiezo a echar mucho de menos el mar. Y no solo el mar. También volver a ser joven. En Madrid ya no volveré a serlo. En Barcelona tampoco, pero uno piensa que volviendo a la ciudad que dejó, la vida se retomará en el mismo momento en el que la dejaste. En mi caso, a los veinticinco años.

Tendría su gracia volver a los mismos bares que frecuentabas, a los mismos cines, a los mismos teatros. En el caso de que aún siguieran en pie, claro. Volver sabiendo que nosotros, los de antes, ya no somos los mismos. Somos más viejos pero más sabios. Menos ansiosos. Más vividos. Menos miedosos. Por de pronto quiero empezar a refrescar mi catalán. Siento que cada vez me produce más placer escucharlo, quizás porque me devuelve al hogar, aunque en mi casa se habla castellano. Es como un sentimiento de familiaridad. No sé si me explico.

El viernes por la noche, al taxista que me recoge en la estación de Sants, le pido que me ponga RAC 1, una de las emisoras líderes de Catalunya. Estaban retransmitiendo un partido de fútbol, no reparé en quién jugaba. Escuchar una retransmisión en catalán dándome cuenta de que no se me escapaba ni una me dio subidón. En su día no hablaba catalán porque me daba vergüenza. Ya va siendo hora de quitármela de encima. 

De paseo con laura fa

Voy escribiendo este blog en el tren que me lleva de vuelta a Madrid. Son las 17.47 del domingo. Hoy me han pasado dos cosas muy curiosas y bonitas. Ahí va la primera. Estaba paseando por Badalona con Laura Fa y ha salido en la conversación el nombre de Lídia Heredia, la corresponsal de TV3 en Washington. También de Badalona. Hemos hablado muy bien de ella y hemos pasado a otro tema de conversación.

Al llegar a casa, sobre las dos de la tarde, recibo un audio de Ricard Ustrell, uno de los periodistas catalanes más populares del momento. Y encantador, añado yo. Que estaba a punto de grabarle una entrevista a Lídia (por lo de Trump) y que a ver si le podía dejar un audio contándole cómo nos conocimos para luego ponérselo a ella. ¡Ay, otra vez los recuerdos! Conozco a Lídia hace treinta y cinco años. Una profesional excepcional y una mujer siempre optimista y cariñosa. Con el tiempo nos hicimos amigos y para mí es una de las joyas más valiosas de TV3.

Ahí va la otra cosa bonita. Siempre les pongo títulos a los documentos donde escribo este blog. Este se llama ‘El 47’, por la película que vi esta semana y que me ha emocionado muchísimo. Como a todos los que la han visto. Estaba en la cola del tren y veo una cara que me suena. Y sí. Es ella. Zoe Bonafonte. Qué casualidad. La noche anterior ganó el Premio Gaudí a la Mejor Actriz Revelación por ‘El 47’ y está nominada al Goya a la mejor actriz revelación. Normal. Es una delicia verla trabajar. Me ha hecho mucha ilusión poder felicitarla en persona. También está espléndida en la película Clara Segura, que es una de las actrices favoritas de P.

paloma san basilio
@jorgejaviervazquez

Y Eduard Fernández, el protagonista. Atención, pónganse todos en pie porque vamos a hablar de un ser excepcional. No hay premio que haga justicia a la interpretación de Fernández en ‘El 47’. Desde que aparece en la película hasta que esta acaba, despliega un abanico de recursos propios de unos poquísimos elegidos. Su interpretación de Manolo Vital, el conductor de autobuses que gracias a su perseverancia consiguió que a finales de los setenta un autobús llegara a Torre Baró –un barrio de la periferia de Barcelona– pone los pelos de punta. Me identifico mucho con esos suburbios habitados por andaluces y extremeños que llegaron a Catalunya en busca de un futuro mejor y que forjaron lejos de sus tierras un vecindario solidario. 

Oficios desaparecidos

Así era el San Roque –en Badalona– que yo conocí. Me removió la película. Y me hizo mucha gracia recordar esos oficios que desaparecieron hace muchos años. Como el de cobrador de billetes, que tenían su puesto al final del autobús, protegido por una mampara de plástico. Lo vemos ahora y nos parece ciencia ficción. Nota: no os perdáis el discurso de Eduard Sola en los Premios Gaudí. Qué emocionante escuchar a alguien definirse como “orgullosamente charnego”. Qué hartón de llorar. Cuántas verdades como puños soltó en dos minutos.

La nostalgia a flor de piel

Empezaré la semana con una sonrisa de oreja a oreja. Me llamó mi amigo Rafa Pontes para ver si quería presentar el concierto que dará Paloma San Basilio en junio en Madrid dentro de su gira de despedida. La rueda de prensa será mañana lunes en el Albéniz, teatro donde tendrá lugar el concierto. En una semana en la que tengo la nostalgia a flor de piel por ‘El 47’, presentar a Paloma San Basilio significa ponerme en ese aspecto del revés.

Yo era un adolescente de quince años cuando empecé a aficionarme a ella. Cuarenta años después sigo fiel a mis principios y entreno con su música, así que después de dar a conocer este detalle poco más se puede añadir. Si al niño de San Roque le llegan a decir que presentaría el concierto de despedida de Paloma San Basilio se hubiera ido al hospital pensando que estaba sufriendo alucinaciones. Pero a veces la vida no es que se tome un café contigo, sino que además te pregunta que de qué país lo quieres. Por eso, cuando algunas veces me pregunto qué sentido tiene seguir, siempre se me ocurre la misma poderosa razón: por curiosidad.