Bienaventuradas las Campos, que nos han sacado del amorrodamiento esta semana. Me pasó lo mismo con la primera carta de Pedro Sánchez. Con la segunda ya pensé: “¿Otra?”. Yo es que llevo una vida tan monótona que noticias como el embarazo de Alejandra Rubio las recibo como agua de mayo. Lo siento como si fuera yo el que se quedase en estado de buena esperanza. Teniendo en cuenta le edad de los protagonistas era más esperable una ruptura que un hijo, así que el embarazo nos ha pillado a todos con el pie un poco cambiado. Es un giro de guion que nunca vimos venir. Hablo con una amiga que me dice que cuando se enteró de lo de Alejandra le pareció que era muy chica “hasta que al momento me di cuenta de que yo a su edad ya tenía dos hijos”. Hubo un tiempo en el que la gente tenía hijos siendo muy joven porque podía permitírselo. Ahora empiezas a echar cuentas y los números no te salen: los sueldos están como están y el acceso a la vivienda es un sueño casi inalcanzable. Vas dejando pasar los años y cuando consideras que ha llegado el momento piensas en la enorme responsabilidad que supone y muchas veces decides que no tienes cuerpo ni ganas para asumirla.
Ser padres requiere un mínimo de inconsciencia. Y ser mayor no te asegura que vayas a ser un buen padre, aunque sí un padre más cansado. Tener un hijo con una persona con la que llevas un mes puede catalogarse como locura, pero de muchas locuras han salido frutos extraordinarios. La decisión de Alejandra es, hoy, por hoy, revolucionaria. Una llamada de atención a nuestros políticos: con dinero se pueden tener hijos. La natalidad aumentaría en este país si los dirigentes dedicaran más tiempo a construir un futuro digno para nuestros jóvenes. Veo a Terelu en ‘¡De Viernes!’ decir que su hija ha hecho la exclusiva de su embarazo porque como se va a quedar sin trabajo tiene que pensar en su economía. Como excusa es bastante tramposa. Alejandra Rubio ha dado una exclusiva porque le han pagado mucho dinero. Punto. No hay más. Otra cosa es que la niña haya dicho en multitud de ocasiones que no comercia con su vida privada y que ahora se vean en la obligación de defender lo contrario. Pues se acepta y a otra cosa. Esto es la vida: pensar de una manera firme y contundente un día y al otro tener que tragártelas dobladas. A mí eso no me parece malo: te hace ser más reflexivo y empático con el prójimo. Lo que me parece una insensatez es exigirle coherencia a una persona de veinticuatro años. Un imposible.
Ojalá más exclusivas
Escrito lo cual, hay que empezar a dejar de criminalizar el hecho de vender exclusivas relativas a tu vida privada. Revitalizan el negocio y contribuyen a dar aire al género del corazón. Ojalá tuviéramos personajes que se dedicaran exclusivamente –valga la redundancia– a venderse. Servirían para sacudir un mundo que se ha anclado de manera excesiva en lo políticamente correcto. Necesitamos personajes contradictorios, incoherentes, irreverentes. Juerguistas incorregibles. Golfos irredentos. Ovejas descarriadas. De lo contrario, la prensa rosa se encamina hacia aburrimiento, la nadería y, en última instancia, la desaparición. La prensa rosa no necesita protagonistas con comportamientos beatíficos porque entonces no hay quien se la coma. Tamara Falcó suscitó interés cuando lo del nanosegundo en el metaverso y el fugaz beso de Íñigo a otra señora. Luego ya, instalada en la rutina matrimonial, las andanzas de la marquesa no le interesan ni al que asó la manteca. Nota: no me trago la sonrisa permanente y ese vivir en estado de gracia de Tamara. ¿Es así cuando no la vigilan las cámaras? Algún día tendremos que abrir ese melón.
El cambio de Terelu
Por todas estas razones tengo a las Campos en mi particular altar de seres adorables. Porque no hay por donde cogerlas. Ese es su principal atractivo. No pasan ninguna prueba del algodón aunque ellas se cojan unos rebotes del quince cuando las pones frente al espejo. De todas maneras, empiezo a advertir un cambio en Terelu. Antes se creía su personaje a pies juntillas. Ahora, cada vez menos, pero intenta que no se le note. A mí no me la da porque tengo un máster en Camposlogía. Terelu hace como que se enfada cuando la critican pero he descubierto que pone el grito en el cielo porque ha entendido que todos esperan eso de ella. Le pasa a Ana Belén con ‘Agapimú’ o a Paloma San Basilio con ‘No llores por mí, Argentina’. Pero a la Terelu de ahora se la pela todo porque ha dejado de enfrentarse a la vida.
Ya no le reprocha que no esté presentando, por ejemplo. Y eso la ha liberado de un peso grandísimo. Terelu quiere vivir, que no es poco. Libre. Sin ataduras. Por su bien se ha convertido en lo opuesto a la Terelu jovencita. Si antes alternaba con Jaime de Marichalar, ahora la vemos pasándoselo bomba brindando con copazos más grandes que ella celebrando las victorias de su Real Madrid del alma. En ‘De Viernes’ se autoproclamó hermana de Nuria González, que es la viuda de Fernández Tapias, el señor que tuvo un rollo con Mar Flores, que ahora mismo es la madre del padre del que será su primer nieto. Lo que más me interesa de toda esta historia es lo que piensa Terelu de Mar y a la inversa. No hay que ser muy avezado para darse cuenta de que no se soportan, de ahí que la gracia del embarazo de Alejandra radique más en la intrahistoria de las consuegras que en el nacimiento del bebé en sí mismo. ¿Cómo se referirá Mar a Terelu en la intimidad? ¿La llamará Terelu o Terelú? ¿Qué dirá Terelu de Mar cuando esté tomándose sus copazos piscineros con Nuria González? Ahí, ahí es donde está la auténtica y verdadera madre del cordero.