Tengo el ojo derecho a la virulé por culpa de una conjuntivitis. Voy al médico y me receta unas gotas que tengo que ponerme cada seis horas en ambos ojos porque el contagio pasa rápidamente de uno a otro. Dos gotas en cada ojo. Me pongo a echar cuentas a ver a qué hora me las tengo que poner y me entra el pánico porque en algún momento tendré que solventar la tarea yo solito. Y no sé si sabré, fíjate. El caso es que mi padre tenía glaucoma y desde que tengo uso de razón recuerdo que cada noche, antes de acostarse, decía desde su cama: “Las gotaaaaas”. Y entonces teníamos que ir algún miembro de la familia –mi madre, alguna de mis hermanas, yo mismo– a ponérselas. Creo recordar que en el ojo izquierdo. Ahora que me las he tenido que poner yo mismo y he visto lo rematadamente fácil que es incluso para un tío tan torpe como yo, no entiendo cómo mi padre, que era tan mañoso, no se las ponía él.
Otra cosa muy extraña también sucedía cuando se duchaba. Al finalizar, entreabría la puerta del lavabo y decía: “Mari, la toaaalla”. Y ya después de secarse pedía la muda, que es una palabra que me parece terrible. Mucho mejor calzoncillo, dónde va a parar. Me fui de casa a los veinticinco años y no recuerdo que jamás se preparara él solito la toalla y la muda. Qué cosas han tenido que aguantar las mujeres y qué poco se han quejado. Gracias a ellas somos más libres, más solidarios, más modernos. En este país ha abundado durante muchísimos años el hombre heterosexual cafre y machista. Hubo una época en la que parecía que intentaba reciclarse, pero ahora ha venido la ultraderecha a susurrarle que se estaba amariconando y el hombre de pelo en pecho portador de valores eternos resurge de su podrido discurso para emponzoñar el ambiente. Dicen que tras la pandemia se producirá una réplica de los felices años veinte donde triunfarán las ganas de vivir y el gusto por el sexo. Ojalá España se convierta en una sucursal de Sodoma y Gomorra, Santiago Abascal en su aparcacoches y Macarena Olona en la señora de la guardarropía. Justo después de escribir esto veo en la tele que una pandemia propició el paso de la Edad Media al Renacimiento. A ver si ahora sucede lo mismo y enterramos el trogloditismo ideológico que ha nacido al amparo de una época tan complicada.