Hacía mucho tiempo que no pasaba la última noche del año solo. Salvo que suceda algo sorprendente, así será. Pero ahora son las 2 de la tarde del 31 de diciembre aquí en Phuket, escribo en la terraza de la habitación y enfrente tengo el mar.
Se me hace extraño leer las noticias sobre las campanadas mientras estoy con el bañador puesto. Las otras noticias, las políticas, cada vez me interesan menos. Ya no hay periódicos sino lugares a los que acudes para que te den la razón.
Se acabó el tiempo de la información, vivimos en la época de atrincherarnos en nuestras ideas y no permitir que las de los demás nos salpiquen siquiera. Estamos impermeabilizados al pensamiento ajeno. Qué alegría no haberme dedicado a la información política.
Mientras la televisión de entretenimiento ha adquirido rangos de excelencia –’Sálvame’, ‘GH’, ‘Supervivientes’, ‘First Dates’– los programas de debate se han convertido en un ring tan viscoso que no hace falta ni barro.
Leo unas declaraciones de Cayetana Álvarez de Toledo acerca del día de la investidura de Sánchez y se me viene a la cabeza un referéndum con la siguiente pregunta: “¿Le gustaría tener a Cayetana de vecina?”.