Que dice Pablo Iglesias que en todo este desbarajuste político medie el Rey para que, por fin, podamos tener gobierno; lo cual me iría de perlas porque la posibilidad de pasar un domingo en una mesa electoral es una de mis pesadillas más recurrentes. De hecho, preferiría que cada legislatura durara ocho años para quitarme el comecome durante más tiempo. Pero a lo que íbamos.
Es muy curioso lo de Pablo Iglesias. Primero, porque quiere acudir a un señor cuyo partido se lo quiere quitar de encima. No me cuadra. Y segundo, porque lo que en realidad quiere Iglesias es que en una reunión a tres el Rey le diga a Pedro Sánchez que acepte la proposición de Unidas Podemos. Iglesias busca esa figura del padre que le dé la razón y como en este momento lo más cercano a un padre que tenemos es el Rey, pues al Rey que va.
Pero vamos, intuyo que en 1968 tampoco se le hubieran caído los anillos si hubiera tenido que acudir a Franco para renovar el alumbrado de su urbanización. Pablo Iglesias tiene, como Groucho Marx, principios. Pero como tiene tantos no tiene inconveniente en cambiarlos cuando la ocasión lo requiera; como Groucho Marx, o como un inteligente comentarista de ‘GH VIP’, que sabe contradecirse para acaparar plano. Esta nueva hornada de intelectuales metidos a políticos –Pablo Iglesias, Cayetana Álvarez de Toledo, Marcos de Quinto– se han equivocado de profesión. Pero la broma está durando demasiado. Cuando todo este horror acabe, seguro que encuentran acomodo en ‘Pasapalabra’.