Supongo que después de la que se ha liado no puedo dejar de escribir de la señora Pantoja. Pero es que tampoco creáis que se me ocurren muchas cosas. Después del rebote que cogí el lunes viéndola en ‘El hormiguero’ me quedé como nuevo el martes tras la alocución a la audiencia que hice en ‘Sálvame Diario’.
Quizás algunos pensaron que mi propósito al sentarme en el ‘Polideluxe’ era descuartizarla, pero nada más lejos de la realidad. Necesitaba hacerme entender, compartir con la audiencia el porqué de mi decepción. Nunca la consideré amiga. No teníamos una relación tan estrecha para denominarnos así. Pero sí que es cierto que desde que nos conocimos, hace veinte años, creía que teníamos buen rollo. No sé si especial o no, pero cada vez que hablábamos o coincidíamos en algún sitio, acabábamos riéndonos.
Los colaboradores descubrieron el viernes que la relación que teníamos era más intensa de lo que imaginaban. Quizás por eso dijo Belén que el polígrafo iba a traer cola. Desconozco en qué acabará todo esto, pero después de esta situación lo que sí me ha quedado claro es lo devastador que puede llegar a resultar el silencio en las relaciones humanas. Todo esto no hubiera sucedido si, en vez de utilizar la televisión para lanzarme un mensaje, la señora Pantoja hubiese descolgado el teléfono para llamarme y decirme que no quería volver a saber nada más de mí en lo que le quedaba de vida. Su modus operandi habrá funcionado con otros, pero a mí no me ha hecho ni puñetera gracia.