Una de mis grandes preocupaciones es saber cuándo me tengo que largar de la tele. Creo que cuando encadenas un par o tres programas que no conectan es el momento de ir pensándotelo.
En el caso de la política, los votantes vamos dando avisos a nuestros líderes en las elecciones. ¿Pero cuándo debe un político decir hasta aquí? ¿Tras perder unas elecciones? ¿Dos? Lo que parece claro es que Pablo Iglesias está ya amortizado desde hace mucho tiempo. Demasiado, aunque él no se quiera dar cuenta. Su irrupción en el panorama político fue tan necesaria como esperanzadora, pero empieza a producir cierta compasión esa soledad suya, ese empecinamiento por seguir seduciendo cuando su figura forma ya parte de esa “vieja política” que tanto desdeña. Iglesias se haría un favor a sí mismo y a sus votantes yéndose. Es hora de dar paso a una figura capaz de ilusionar y de emocionar.