Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

ana obregón y alessandro lequio coche

No sé de dónde sacan fuerza los padres que despiden a un hijo

Hace muchos años, en un programa de debate que presentaba José María Íñigo en Telecinco, escuché a alguien decir que, según un proverbio chino, la felicidad consistía en morir sin haber enterrado a un hijo. La frase se me quedó grabada a fuego y el miércoles volvió a mi memoria al enterarme de la muerte de Álex, el hijo de Ana Obregón y Alessandro Lequio.

Hay muertes que te impactan más que otras. Me sobrecogió la de Bimba Bosé y me dejó muy tocado la de Álex, quizás porque ambos optaron por luchar y huir del dramatismo. Y no cabe duda que también cuenta que a los dos los conocíamos desde que nacieron. Libraron la batalla con la mejor de sus sonrisas, al menos públicamente. En ninguno de los dos casos pensé que morirían. Pero ha sucedido. Demasiado jóvenes para irse.

El miércoles hablo con más amigos y me reconocen que les ha sucedido lo mismo que a mí, que la noticia de la desaparición de Álex Lequio les ha descolocado. Uno de ellos me cuenta que, pese a no conocerlo personalmente, ha acabado llorando. Pongo ‘Sálvame’, pero lo quito al poco rato porque se me parte el alma. ¿Dónde encuentran unos padres consuelo cuando despiden a su hijo? ¿Cómo sobreponerse a algo tan antinatural?

Pese a dedicarme a lo que me dedico, reconozco que en ningún momento tuve constancia de que este desenlace tan trágico se fuera a producir tan pronto. Los que estaban al tanto han protegido a la familia, que se ha dedicado a acompañar a Álex en su último viaje. No tengo ni la más remota idea de los mecanismos que debemos emplear para hacer frente a algo tan espantoso e intentar salir adelante. Quiero pensar que algo debe ayudar saber que un hijo ha dejado tan buen recuerdo entre todos aquellos que lo conocieron y un inexplicable dolor en todos los que no llegaron a tratarle en persona.