Paso mucho tiempo viendo por internet las entrevistas que Mara Torres hace en ‘El Faro’, de la Ser. Puedo ver las mismas varias veces, siempre hay detalles que me pierdo y descubro otros que me remueven. Me ha impactado ver a Ángeles Caso relatando lo mal que lo pasó durante la época que fue presentadora de los Telediarios. Ella, una chica preparada y reflexiva, se rebelaba contra los que la conocían como “la chica mona de los rizos” y no acertaba a comprender por qué solo se fijaban en su manera de vestir o de maquillarse. Y lo peor: se sentía incomprendida porque muy pocos entendían que un trabajo en la tele le provocara tanto sufrimiento. Muy interesantes las palabras de Caso y también las de Candela Peña, a la que tanto admiro. Sus padres tenían un bar y le contaba a Mara cómo desde muy pequeña supo distinguir al señor que tenía mal beber, al que hacía tiempo para no volver a casa y encontrarse con una realidad no deseada. Dice Candela que vio cosas y escuchó conversaciones poco adecuadas para un niño. Qué curioso. Esa misma reflexión la hice yo siendo muy pequeño. Pero es que antes, en las casas, tampoco existían tantos miramientos con los más pequeños. Se discutía delante de nosotros, se hablaba de problemas económicos, de la incertidumbre del futuro. Nunca escuché hablar de la búsqueda de la felicidad pero sí de la necesidad de convertirme en un hombre de provecho. ¿Lo habré conseguido? No lo sé, pero sí que me gusta haber recibido una educación poco buenista y empalagosa. No creo que a los niños se les debe ocultar que el mundo también tiene un lado oscuro.