Hablo con Carmen Rigalt, que ‘a priori’ es la persona menos eurovisiva del universo. Y me dice que la edición de este año la siguieron como en misa. Con respeto y atención. Confieso que mi preferido para ir a Turín era el tema de Rigoberta Bandini, pero luego me alegré porque pensé que mejor no ir y conseguir que su canción se haya convertido en un himno. Si en Eurovisión hubiera quedado mal, el tema habría perdido fuerza. Ahora bien: reconozco que el ‘SloMo’ de Chanel me pareció al principio vulgar y facilón. Pero me encantó una apreciación que hizo Nina en el debate del ‘Deluxe’: “Cuidado, que no estamos hablando de la canción sino de Chanel”. Es decir, que Chanel está muy por encima de la canción, lo que significa que ha conseguido transformar un tema inane en una conclusión indiscutible: Chanel es una artista de primera línea que merece nuestro más absoluto reconocimiento y respeto.
De las cosas que más me han gustado de toda esta historia es el apoyo unánime que ha recibido de todos los compañeros de profesión con los que ha trabajado. Chanel, hija, te lo mereces. Te mereces todo lo que te está pasando multiplicado por el infinito. Tú y tu cuerpo de baile. Dile a Pol que lo adoro, por favor.