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Cuando pasen los años y me pregunten qué ha significado el teatro para mí, no hay duda: se agolparán en mi memoria las imágenes de mi familia aplaudiéndome en el patio de butacas. Si eso no es la felicidad, debe parecérsele. Mi tercera función, ‘Desmontando a Séneca’, se estrenó el jueves en Donosti. Hasta esta ciudad se trasladaron mi madre, mis hermanas Ana y Esther y mis cuñados Eduardo y Carlos. Llegaron el miércoles y, por la noche, salimos a cenar.