Fin de semana familiar. Madre y hermanas. Cortito, intenso y muy divertido. Todo aquel que me sigue ya sabe que si no estoy trabajando me gusta poco hablar. Antes hablaba por los codos. El caso es que mi madre y mis hermanas no paran de pedirme que les cuente cosas y yo siempre me quedo bloqueado. Intento salir por la tangente soltándoles tres o cuatro chismes de la tele con apariencia de exclusiva, pero creo que cada vez me tienen más pillado el paso y les cuesta conformarse con poco. El domingo encontré la solución a este problema, el de darles cuartelillo. Al levantarnos les dije: “Vámonos a unos grandes almacenes, que quiero darme una sesión de rayos UVA”. Y nada más llegar les comuniqué de una manera muy pomposa que les regalaba unos zapatos y un perfume a cada una. ¡Qué maravilla! ¡Qué placer! “¿Por qué unos zapatos y unos perfumes?”, os preguntaréis. Pues porque en estos grandes almacenes hay tantas cosas de lo uno y de lo otro que se volvieron locas y pasaron la mañana la mar de entretenidas. Yo, mientras, aproveché para sentarme y disfrutar viéndolas disfrutar a ellas. Nos lo hemos pasado tan bien que hemos quedado para pasar otro fin de semana juntos el mes que viene. Ellas encantadas, pero mi hermana Esther confesó que estaba preocupada, porque en abril no hace ni frío ni calor, así que no sabes qué ponerte. Mi madre intentó tranquilizarla: “No te preocupes, hija, que con una chaquetilla ya vas apañada”. Mi hermana Ana quería ir a la peluquería la misma mañana del viaje, porque el hotel es muy bonito y lo merecía, pero Esther –que a práctica no le gana nadie– le advirtió que sería tontería, porque si tenía pensado darse un masaje le iban a destrozar el peinado. “También es verdad”, reconoció mi hermana. Y descartó el plan peluqueril.