Menudo susto nos acaba de dar Travis. Estaba yo medio adormilado en la cama durante la hora de la siesta cuando recibo llamadas en mi teléfono de manera insistente. Lo tenía en silencio, pero como no paraba de vibrar lo he tenido que coger. La señora que trabaja en casa me dice que han tenido que llevar a Travis al veterinario porque le costaba respirar y necesitan mi firma para dormirlo. Parece que ha llegado ese momento que nadie quiere aceptar. Me pongo cualquier cosa, nos vamos al veterinario con el corazón en un puño y al llegar vemos a Travis con tantas ganas de largarse del lugar y venirse con nosotros que somos incapaces de tomar la decisión final. Se está aferrando a la vida.