Me ha impactado una fotografía que se ha publicado del militar de la manada saliendo de la comisaría. Con el pelo para atrás total e impecablemente engominado y un bigote de esos que llevaban los fachas más fachas durante el franquismo. El individuo parece extraído de un libro de Almudena Grandes. Podría pasar por un militar de los años cincuenta perteneciente al bando de los vencedores que impone su ley a golpe de soberbia y desprecio. Se pasea con altanería y haciendo suyo el dicho “menos mal que he nacido” porque le da la gana y, fundamentalmente, porque puede, porque le hemos dejado.
Que esté en la calle alardeando de la increíble belleza que cree poseer es una hostia sin manos no solo para la víctima, sino para toda una sociedad que en su amplia mayoría asiste escandalizada a las idas y venidas del aspirante a modelo. Su media sonrisa le traiciona. No tiene bastante con sus quince minutos de fama, sino que, además, se le ve encantado con el reguero de flashes que acompañan sus paseos. Cada vez que lo veo, me viene a la cabeza el título de una película de Coronado: ‘No habrá paz para los malvados’. Ojalá esa frase no se quede solo en un deseo.