Me hago una foto con Maribel, mi sastra, antes de presentar la gala del jueves de ‘La casa de los secretos’. Cuando se fundó la cadena, Maribel ya estaba allí, y eso le confiere una autoridad que utiliza cuando le da la gana. Hace bien, que para eso lleva tantos años trabajando. Me gusta trabajar con la misma gente. Se establecen lazos casi familiares y ante personas como Maribel uno puede mostrarse tal y como es. Compartes ilusiones, confidencias, estados de ánimo, bromas. Yo le pregunto por la gente con la que ha currado para ver si saco material para este blog, pero ella es una tumba. Me repite siempre que Emilio Aragón era un compañero formidable y a mí me da un poco de rabia porque nunca he tolerado que alguien sea más formidable que yo.
Maribel es una tumba, sí, pero también lo son las maquilladoras y las peluqueras. Ya puedes largar lo que te dé la gana de tu vida que de la sala no sale. Conocen mis andanzas mejor que yo mismo. Con ellas he compartido crisis sentimentales, aventuras sexuales, inquietudes emocionales por la aparición de un nuevo ligue, cabreos laborales y todo lo que pueda caber en una existencia. Hay gente para la que ir a trabajar es una tortura. A mí, sin embargo, me proporciona mucha felicidad estar rodeado de compañeras y compañeros que valen la pena. En realidad, yo voy al trabajo a descansar porque a mí lo que verdaderamente me agota es vivir.