Quedo con Patricia Gaztañaga, que estrenó ‘El diario de Patricia’ el mismo día que yo debutaba como presentador con mi querida Francine Gálvez en ‘Rumore Rumore’. ¡Qué ilusión me hace verla! Aparece en el hotel con sus dos hijas y con su marido. “¿Vosotros sabéis que conozco a vuestra madre hace casi 20 años?”. Menos mal que 20 años no es nada. Me llevan a un restaurante de la parte vieja y pasamos un rato divertidísimo. Nos contamos las vidas y vemos que nos han pasado un montón de cosas, no todas agradables. Pero seguimos, resistiendo.
Me emociona ver a Patricia. Está divertida, alegre y vital pero con ese poso emocional que navega a veces en la melancolía porque vivir también implica a veces decir adioses. Hablamos de la tele y de la fama, y nos reímos mucho. “Un día se me acercó una señora y me dijo: ‘Tú presentabas ‘El diario de Patricia’ ¿no?’. ‘Sí, soy yo’. ‘¿Y cómo te llamabas?’, me preguntó. Y yo le respondí que Antonia”. Y nos descojonamos, claro. Y me hizo mucha gracia que me contara que cuando era pequeña una de sus hijas le hablara a la tele y no entendía que su mamá no le contestara. “Es que yo a ti no te veo, hija”. “¡Pues yo a ti sí!”, respondía su hija. Patricia se hace querer. Es una mujer sin dobleces, directa, afectuosa. No tiene ninguna gana de volver a la televisión. No echa de menos su trabajo ni un poquito. Y su discurso suena sincero, nada impostado.
Su marido nos hace una fotografía y me muero de risa cuando pregunta: “¿No me habrás sacado muy gorda?”. Al despedirnos, me dice que a saber cuánto tardaremos en volver a vernos. Y yo le contesto que poco, porque a cierta edad no estamos para perder el tiempo. Qué gusto volver a verte, Patricia.