Si hace un mes me dicen que voy a estar escribiendo sobre María Lapiedra mis risas se escuchan hasta en Tombuctú. Afino un poco más: hace un mes podría haber escrito sobre ella de pasada, como si se hubiera sentado en una silla del Deluxe a eso de las dos de la madrugada. Pero su relación con Gustavo la ha colocado en una situación inimaginable: la ha dotado de un foco de atención reservado a las estrellas de primera magnitud. Y me gusta, porque al fin y al cabo la de María es la historia de una mujer en busca de un flash o de un pantallazo.
Lo que sucede es que esa popularidad tan largamente anhelada trae consigo grandes dosis de amargura. María está dispuesta a cortar con un matrimonio tan estable como aburrido por vivir una pasión con un hombre al que le falta arrojo para estar con una mujer con un pasado complicado. María es capaz de romper con su vida mientras Gustavo duda en tirarse a la piscina. La mujer hace gala de su proverbial y el hombre hace bueno el dicho que dice “Arrancada de caballo parada de burro”. Vote porque Gustavo pase un periodo de luto sentimental y María se enrolle con un joven príncipe de una monarquía carpetovetónica.