Este invierno, como todos los inviernos, se ha roto la caldera en casa. Y se rompió, claro está, con tres días de fiesta por delante. Tras arreglarse el problema se estropeó la calefacción en el salón, así que he pasado varios días envuelto en mantas como si viviera en un campamento porque el salón da al jardín y dejamos la puerta abierta bastantes horas al día para que los perros campen a sus anchas. A veces el frío era tan intenso que me ingresaba en mi habitación y le suplicaba a alguno de ellos que se subiera a la cama para entrar en calor más rápidamente.
Supongo que ahora habrá gente que diga: “Pues chaval, cierra las puertas y te ahorras el problema”. Sí, tenéis razón, pero cuando en una casa hay perros las normas de convivencia varían y no siempre entran dentro de la lógica.
En fin, que abandono mi helado hogar y después de dos horas y veinte de vuelo aterrizo en Las Palmas de Gran Canaria. Qué gusto de calor. Estoy convencido de que acabaré en estas tierras más pronto que tarde. Por ahora paso bastantes tardes estudiando las ofertas inmobiliarias de la zona. Qué caras están las casas. Pero cómo no lo van a estar en el paraíso.
Por la tarde actuamos en el Gran Canaria Arena ante más de dos mil personas y al acabar nos regalan el ‘Pío Pío’, síntoma inequívoco de que han disfrutado con el espectáculo. La semana que viene nos toca Tenerife, donde estaremos en el Auditorio el domingo y el lunes. Esta mañana, el periódico La Provincia nos ha dedicado una crítica maravillosa y al leerla he sufrido una punzada de melancolía. He soñado durante meses con la actuación de ayer y al final todo ha pasado tan rápido...
Es lunes por la mañana y vuelvo a estar en el aeropuerto. Me gusta esta vida pero a veces me inquieta. Aprender a manejar las emociones que provoca esta profesión no resulta tarea fácil. Cada vez me siento más cómodo con mi soledad y no anhelo compartirla con nadie. Me acompaña la sombra del pasado, que sigue estando demasiado presente. En el vuelo de vuelta, una feliz coincidencia. Viajo al lado de Lola Herrera, que viene de triunfar en la isla con ‘Cinco horas con Mario’. Yo la vi hace treinta años en Barcelona y guardo todavía un autógrafo que me firmó tras la representación. Le queda gira hasta la primavera del año que viene –como mínimo– y no me extraña porque ya es un clásico de nuestro teatro. Lola es divertida y cariñosa. La admiro desde hace muchísimos años. Le confieso una inquietud profesional y me brinda un consejo muy de madre. “Es que soy madre”, me recuerda riéndose. Tendré que hacerle caso.