Leo críticas sobre ‘Roma’, la última película de Alfonso Cuarón, y me llama la atención una de Álex Manzano que dice: “Es una película difícil y contemplativa pero también una obra maestra”. La veo en Netflix y a veces parece que no pasa nada pero no puedo dejar de verla porque es hipnótica. Justo después de acabarla busco más críticas y leo otra de Hobby Consolas que podría haber escrito yo: “Arranca de forma sosegada, puede parecer que no está pasando nada, cuando en realidad está pasando de todo. Hay que tener paciencia”. De hecho, reconozco que en varios momentos estoy a punto de darle carpetazo pero hay algo que me dice que siga. Y me alegro. Lloro con una escena terrible y cuando todavía tengo el corazón encogido empieza a suceder algo que casi me empuja a saltarme minutos porque no me veo capaz de soportar tanto dolor. Pero aguanto y acabo llorando otra vez. Ambientada en el México de los años 70, habla de la realidad del país, de la infancia, de las mujeres que trabajan en las casas y que se convierten en partes fundamentales de las familias. De la vida.
Hoy sábado llevo un día de lo más prolífico. Esta mañana ha venido M. a darme mi clase semanal de piano. Me gusta enfrentarme a cosas que no controlo y empezar desde cero. Me mantiene vivo. Aprovecho para estudiar solfeo en aviones y camerinos. Saco tiempo de debajo las piedras para aporrear –por ahora no toco– el piano. Me gusta la gente que estudia y no soporto a la que no avanza escudándose en que en su día no tuvo posibilidades. Me sublevan especialmente todos aquellos que me insultan con faltas de ortografía. Si en vez de perder el tiempo con esas tonterías se bajaran programas de internet para aprender a escribir advertirían cómo se les abría un mundo de posibilidades. Pero claro, es mucho más cómodo chapotear en la incultura que luchar contra ella.