El jueves era el último día que trabajaba y creo que me preparaste una jornada inolvidable para que me fuera de vacaciones con ganas. Quedé a almorzar en un restaurante cerca del Congreso de los Diputados y me encontré con un grupo de negacionistas que me culparon de ser cómplice de un genocidio. No está mal, ¿eh? Aguanté el chaparrón dignamente, la verdad. Luego ya, por la noche, la cosa acabó regular. Tú y yo sabemos lo que significa esto: ruido.