El sábado por la mañana estoy en casa charlando con un amigo y suena ‘The Never Ending Story’, de Limahl. “Recuerdo que me compré el maxi single”, le explico nostálgico. “A mí, me leyó mi abuelo el libro”, responde él. ¡Ay! ¡Qué época en la que los abuelos leían libros a sus nietos!
Lo conté el viernes en ‘Sálvame Diario’: me asombra la cantidad de mensajes insultantes que recibo en mis redes enviados por gente muy mayor. Ancianos. Si estos viejos pierden el tiempo descargando su ira contra gente popular, a saber cómo se comportarán con los que les rodean. Para esta clase de personas la vida ha sido un viaje desaprovechado. Uno no puede estar sembrando maldad cuando está a punto de largarse al otro barrio.
Las redes, ya lo sabemos, tienen su parte grandiosa y otra muy mezquina. Denuncia Leticia Dolera haber sido víctima de abusos sexuales durante su carrera, y leo con asombro cómo varias mujeres minimizan su sufrimiento, la ridiculizan o incluso la tachan de oportunista. La existencia de personas tan miserables ayuda a comprender todavía más la teoría de que el perro es el mejor amigo del hombre.