Anda Kiko un pelín mosca porque sostiene que en Supervivientes unos concursantes resultan más favorecidos que otros. El mismo mar de todos los veranos. Me sorprende que alguien tan preparado como Kiko caiga y se revuelva en ese tipo de pamplinas. Sin embargo, también existe una parte positiva en todo este asunto: queda claro que Matamoros no es ni el monstruo de las galletas ni ese ser incapaz de emocionarse ante los sinsabores que puedan sufrir sus hijos.
Me hace gracia ver a un hombre tan grandullón sufriendo como una madre porque su hija Laura pueda estar pasando penalidades en Supervivientes. Él, que intenta pasar de puntillas cuando transita por lo emocional para no quedar como un blandengue, nos ofrece ahora una tierna y sorprendente imagen de padre desesperado. Kiko engaña por su físico. Como lo ves tan rocoso piensas que mejor no cabrearle porque corres el peligro de que te destroce con un bufido. Pero luego es uno de los hombres más tiernos que me he echado a la cara. Amén de solidario y muy dado a ponerse al lado del débil. Eso no quita que las pataletas que se está cogiendo por su hija sean de quinceañero despechado.