Ni desde Tailandia puedo desprenderme del hechizo de ‘Las Campos’. Nada más llegar en lancha al Paradee Resort, en Samet, me empieza a picar la curiosidad. Aprovechando que el tiempo no acompaña, P. y yo nos tiramos en la cama con una copa de vino y le damos al vicio. El vicio es ver el último capítulo del ‘reality’. Perdón, ‘docu-reality’. Se me acumulan de forma atropellada varias ideas en la cabeza, así que voy a ir escribiéndolas con el mayor orden posible. Para empezar, suscribo y aplaudo la idea de P.: Carmen y Terelu son como Los Morancos pero sin proponérselo. Quiero decir que les sale de manera natural, sin guion de por medio. Caminan como dos ‘omaítas’, se enzarzan en discusiones absurdas y sus devociones y supersticiones te dejan los ojos como platos. Porque sabiendo como sabemos que las dos hermanas no son muy dadas a cumplir la mayoría de los mandamientos, incita a la risa verlas desmadejarse delante del Cautivo. Y no porque dudemos de sus creencias, válgame Dios, sino porque si mañana les dicen que los botones de nácar obran milagros son muy capaces de comprar tonelada y media para montar sendos altares en sus casas.
Me encanta Carmen porque detesta el oropel festivalero que acompaña a su madre y a su hermana. Se intuye que lleva muchos años soportando en la sombra innumerables salidas de patas de banco de las televisivas de la familia provocadas por unos egos tan disparatados como imprevisibles. Y ahora que tiene la oportunidad no quiere dejar de recalcar lo sola que se ha sentido y el poco caso que le han hecho durante los años en los que Las Campos copaban el Olimpo televisivo. Carmen es gruñona y quejicosa, pero es la más lúcida de las tres. Ella es el elemento imprescindible para que Teresa y Terelu sigan hablándose, tratándose y queriéndose. Es puro ‘loctite emocional’. Esa es otra.
Terelu es una mina
Gracias a ‘Las Campos’ hemos descubierto que esa Teresa que-daría-toda-su-vida-para-que-su-hija-Terelu-tuviera-el-reconocimiento-profesional-que-se-merece (leerlo como lo diría ella, todo de corrido), también es capaz de algo insólito: no soportarla. Impagable el momento en el que explica con tanta rabia como ira contenida lo poco que le gusta que su hija sea tan pesada en las tiendas. Que Teresa no aguante a Terelu nos la hace más humana, más creíble. Menos madre eternamente abnegada y, por ende, más normal.
En cuanto a Terelu, más de lo mismo, pero para bien: tiene que dar gracias a ‘Las Campos’ porque la ha catapultado a un estatus difícil de alcanzar. Dudo que en estos momentos haya alguien en este país más capacitado que ella para protagonizar un 'reality'. Perdón 'docu-reality'. Terelu es una mina. Hay que seguir picando.