Yo hubiera preferido que ganaran otros, pero el triunfo de El Tekila me ha obligado a reflexionar, y he llegado a varias conclusiones. Para empezar, no debemos olvidar que ‘Got Talent’ es un programa de televisión. Y lo bueno que debe tener un show de categoría es ser impredecible. En esta edición había concursantes con un talento extraordinario mientras que no son pocos los que aseguran que el talento de El Tekila es como creer en el Espíritu Santo: cuestión de fe. Pero la audiencia decidió que un humilde pintor de un pueblo de Badajoz se embolsara veinticinco mil euros y un coche. ¿Es justo? Y yo que sé. También habrá cantantes que se den cabezazos contra la pared porque Ylenia y Kiko Rivera lancen discos y la gente los compre.
No resulta difícil pegar un pelotazo y convertirte de la noche a la mañana en un personaje popular. Lo complicado es construir una carrera repleta de éxitos. La televisión te brinda la oportunidad del triunfo efímero. Dudo que El Tekila cuaje una carrera brillante. Tampoco lo desea. Ante la avalancha de compromisos que se le están viniendo encima, él alega que no puede dejar de lado las casas que tenía apalabradas para pintar en su pueblo. Ternura en estado puro. Me interesa más saber si sus contrincantes –muy buenos en lo suyo– son capaces de hacerse un hueco en sus respectivos campos y de sobreponerse a imprevistos como el de la final. La victoria de El Tekila es una anécdota, la travesura de una audiencia juguetona que ha optado por premiar al perdedor. Pero que no se olviden los concursantes de ‘Got Talent’ que su vida artística comienza cuando acaba el concurso.