Sábado, una y media del mediodía. Estoy en el coche yendo a Vitoria para recoger un premio a ‘Supervivientes’. Se lo dan al programa, que conste, y lo entrega Mercedes Milá. O sea que se avecina espectáculo. Tiene toda la pinta de que voy a acabar la semana vivo pero al empezarla tampoco lo tenía muy claro. El domingo por la noche me cogí un avión a Bilbao. A la mañana siguiente me levanté a las seis para ir a Santoña a comunicarle a Maite que se convertía en concursante de ‘Gran Hermano’. Me vestí de Richard Gere para recrear la mítica escena final de ‘Oficial y Caballero’ y Maite se convirtió así en mi Debra Winger particular. En la conservera donde trabaja Maite viví una escena bien surrealista: ni ella ni sus cuatro compañeros de trabajo dejaron de limpiar anchoas al verme. En ningún momento. Se quedaron en shock. Lo entiendo. Verme vestido de alférez le corta la respiración a cualquiera.
De Santoña volví a Bilbao disfrutando del paisaje. Qué locura. Vi hasta caballos. Tras una siesta me fui a Vitoria a presentar ‘Gran Hermano’ en el FesTVal, donde le comunicamos a Maica que también entraba en la casa. La habíamos traído desde su Cartagena natal engañada con la excusa de que iba a trabajar como azafata durante la presentación. Se lo creyó y cuando le comunicamos la noticia una de sus máximas preocupaciones era conseguir su champú. En su video de presentación nos contó que era muy hipocondríaca y que antes de tener relaciones con un chico le pedía análisis. Aplicando ese pensamiento a mi vida llego a la conclusión que me habría salido más a cuenta montar mi propio laboratorio. El martes madrugo para volver a Madrid. Me hago mis diarios. El miércoles por la noche llego casi de madrugada a casa con los ensayos de ‘Gran Hermano’. El jueves hago doblete: ‘El diario de Jorge’ y ‘Gran Hermano’.
Considero que la gala fue todo un espectáculo. Curradísima. Con mucho ritmo. Todas las primeras galas suelen pecar de lentas pero no tengo la sensación de que esta decayera en ningún momento. Me eché tales carreras entre plató y plató que llegué a la cama destrozado. Durante las publicidades charlé en varias ocasiones con Cristina Garmendia, presidenta de Mediaset, con la que ya he coincidido en varios estrenos. Me gusta ver a un cargo ejecutivo tan implicado, haciendo todo lo posible por conocer el funcionamiento de la cadena que preside de primera mano. Disfrutó viendo ‘Gran Hermano’ tanto como el estreno de ‘Supervivientes’. El viernes por la tarde lo pasé grabando varios casos de ‘Hay una cosa que te quiero decir’. Solo puedo decir una cosa: espectaculares. Televisión en estado puro. Se avecina temporada excelente. Y hoy sábado, como ya he escrito, estoy en un coche metido rumbo a Vitoria. Dejo de escribir un rato para comer lo que me he calentado previamente en casa. Últimamente mi vida es el tiempo que media entre rellenar un tupper y vaciarlo.
Militante de la alegría
Durante el camino me acuerdo de Jorge, que vino al ‘Diario...’ la semana pasada a contarle a su madre que Pedro J. no era su amigo sino la persona con la que compartía su vida desde hacía diez años. Antes de que Pedro se sincerara mantuve una conversación con su madre, quien me contó que muchas veces veía a su hijo triste. Y me acordé de mi madre. Y de tantas y tantas madres que en esta misma situación no saben cómo gestionar y enfrentarse a esa tristeza. Hasta que las cosas se hablan y los nudos en el estómago desaparecen. La reacción de la madre al enterarse del secreto que le escondía su hijo fue emocionante. “Pero, ¿cómo has podido aguantar tanto tiempo sin contármelo? Yo solo quiero que seas feliz”. Y lloramos todos. Y me sentí tremendamente dichoso por ser testigo, gracias al programa, de situaciones reconfortantes y esperanzadoras. Soy un militante de la alegría. No existe ejército con más poder.
Qué bien me lo paso en Vitoria-Gasteiz. Qué alegría estar en la gala de clausura del FestVal. Qué noche tan divertida pasé con Gemma Nierga, con Boris Izaguirre. Qué subidón me dio reencontrarme con Raquel Sánchez Silva. Y con Mercedes Milá, que nos entregó el premio y contribuyó a fomentar el show. Aproveché para darle las gracias a Ramón García por unas palabras que me dedicó no hace mucho en una entrevista. Me gusta la energía que desprende, siempre tan ilusionado, siempre tan entregado a su trabajo. ¡La de entrevistas que le hice cuando trabajaba en Tele Indiscreta! En principio siempre me da pereza asistir a cualquier evento pero luego me lo suelo pasar bomba. Será porque los dosifico mucho.
Que no decaiga
Alterno con compañeros a los que admiro y respeto y me siento muy afortunado por trabajar en un medio tan apasionante como la televisión. Disfruto tanto que me quedo en la fiesta posterior hasta las tres de la madrugada. Abandono el hotel dejando a mi amigo Josean –al que conocí cuando llegué a Madrid– cantando ‘El rey’ de José Alfredo Jiménez en el piano bar. Cómo me lo pasaba con él, qué época tan loca, menudas piezas éramos. Y sí: sigue siendo el rey. Me meto en el coche y llego a casa a las seis y media de la mañana. Lo primero: hacerme varios cafés y desayunar leyendo la prensa. Llego a la cama con la satisfacción de haber superado una semana con tanto ajetreo. Quiero estar despejado para llegar a la noche y disfrutar del primer debate de GH con mi Ion Aramendi. Seguimos. Con ilusión. Que no decaiga.