Me suele dar una pereza infinita la gente que habla de superación personal, de lo bonita que es la vida, de sonreír para seguir adelante. Producen en mí el efecto contrario: el rechazo. Pero llegó Irene Villa a 'Sábado Deluxe' y me ganó. Confesó Nieves Herrero que la entrevista a Irene Villa ha sido la que más le ha marcado en toda su vida profesional. Me la creo, porque Irene tiene algo que le falta a muchos entrevistados: verdad. Víctima en 1991 de un atentado que le ocasionó la pérdida de las dos piernas y tres dedos de una mano, se presentó en el plató con ganas y se notó desde el principio. Me atrapó su discurso. Nada ñoño, exento de cursilería y sin bromitas aprendidas acerca de sus miembros amputados. Irene Villa aprendió de su madre –también víctima del atentado– una lección esencial para seguir adelante: que había que luchar para seguir viviendo en vez de quedarse llorando en una habitación maldiciendo a los que les habían hecho daño. No quedaba otra. Me gustó Irene porque no pintó una realidad color de rosa. Habló del fracaso como otro elemento más de la vida, algo en lo que no puedo estar más de acuerdo. Tenemos pánico a que las cosas no salgan como nosotros esperamos y consideramos una gran derrota no salir siempre victoriosos de nuestras jugadas. Pero cuando somos capaces de aceptar que dejar de ganar no significa necesariamente perder nuestra vida adquiere un sentido más rico. Irene Villa se plantó el sábado para recordarnos que, pese a todo, una vida merece ser vivida. Aunque solo sea por curiosidad. Entiendo que la contraten para dar conferencias. Lo que no entiendo es que seamos incapaces de incluir en nuestros obsoletos planes de estudios asignaturas que nos ayuden a sacar provecho a nuestros sentimientos, demasiado dados por lo general a refugiarse en la tristeza o el conformismo.