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He pasado dos semanas en la playa vagueando a conciencia, pasando de hacer deporte y comiendo como si fuera un adolescente. Como me metía en la cama a las siete de la tarde, adormecía mi mala conciencia con la excusa del ayuno intermitente y me he puesto ciego a helado de vainilla y cruasanes con mermelada de fresa. Baja en azúcares, eso sí. Me he visto ‘Emily in Paris’, que es una serie de Netflix muy tontorrona, pero que me ha enganchado precisamente por lo simplona que es.