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Durante estas vacaciones me estoy dando cuenta de lo difícil que es ser influencer. Por desconocimiento, no tenía ni idea del nivel de dificultad de esta profesión. Pero ahora que he tenido que ejercer más o menos como tal me quito el sombrero ante todos los influencers del mundo. Tengo tantas cosas que contar que no sé por dónde empezar.
Siento recurrir a tanta frase hecha –como la de quitarse el sombrero, la del tantas cosas que contar– pero es que es así. Lo malo es que no todo lo que tengo que contar es bueno. Es más: casi nada es bueno, sobre todo para el director de esta revista. Yo le había prometido fotografías en exclusiva de mis vacaciones navideñas. Es más, le había asegurado que P. me enseñaría a utilizar un palo selfie que él tenía y yo haría de españoles por el mundo más bien que bien. Pero me olvidé de pedirle el palo selfie a P. y viajé sin él. Y me tengo que comprar uno, lo sé, pero es que aquí hace tanto calor que estoy muy perraco.